Ya somos cuatro

Foto: ©Unamamadeotroplaneta

Ya somos cuatro. Unas palabras que durante mucho tiempo pensé que nunca diría. Que, durante mucho tiempo, ni siquiera supe si quería. Ser tres era maravilloso, tener a nuestra hija entre nosotros dos y sentirnos plenos así. Porque nos sentimos plenos mucho tiempo. De hecho, no dejamos de sentirnos así en ningún momento. No fue la necesidad de más la que nos impulsó a ampliar la familia, no fue un sentir que nos faltaba algo, ni siquiera fue una idea teórica clara en nuestro imaginario personal («queremos tener dos hijos»)… si os digo la verdad, no sé exactamente qué fue. Que este pequeñín, sencillamente, tenía que venir y me llamaba. Me lo pedía.

Por eso hace dos veranos de repente empecé a sentir desasosiego y un millón de dudas me tomó por asalto hasta dejarme idiota. Por eso os puse aquel post de desahogo, en el momento álgido de la parálisis que siempre me agarra cuando tengo que tomar una decisión, cualquiera en la que dude entre dos caminos igualmente viables, dos caminos que podrían ser por igual y que solo dependen de mí para materializarse. Por eso al final, tras muchos meses de tirarme de los pelos, me dejé llevar por la única respuesta que sentía con claridad: «haz lo que te vaya a dar más paz». Lo que me daba paz era probar y que fuera lo que tuviera que ser. Y lo que tenía que ser era este lindo chiquitín. Este y ningún otro. Mi niño, que nos amplía como familia y nos completa para que seamos cuatro en vez de tres (ahora sí que sí, cerramos chiringuito). Mi niño, que vuelve a demostrarme que ser madre no es enseñar, sino aprender.

Ser cuatro era para mí una incógnita, un salto de fe, era cruzar una puerta desconocida y pasar a través de la niebla hasta ver qué hay al otro lado. Porque siendo tanto hija única como madre de hija única, ese salto yo no lo conocía ni como madre ni como hija. La palabra «única» era clave en todo lo que había sentido en mi vida. Yo siempre he sido única, en el más estricto sentido de la palabra. Y mi hija lo era para mí: total y absolutamente única, el principio y fin de mi universo. Eso fue lo que más me frenó para dar el salto: ¿cómo sería perder eso?

Porque, sí, así lo sentía, como una pérdida. Más aún, como un robo. Como si fuera a quitarle algo a mi hija, a mi niña preciosa, a la que adoraba con pasión monoteísta. Curiosamente, yo nunca he sido de las que temía no poder querer igual al segundo hijo que al primero. Ya contaba con que sería así (aunque el sustazo que pasamos en el parto obligó a que en vez de una explosión instantánea el enamoramiento creciese de otra forma más reposada, esto ya os lo contaré). A mí lo que me daba miedo era qué pasaría dentro de mí con mi hija. A mí me dolía lo que perderíamos nosotras con el cambio.

Pero ese aprendizaje continuo y casi mágico que es la maternidad siempre te sorprende. Y aquí me tenéis, con mis dos hijos, aprendiendo a entender que nada ha cambiado, aunque lo haya hecho el número. Que ha crecido algo nuevo, ocupando su propio espacio, como si de repente hubiera surgido una nueva dimensión en la que movernos, ampliando la que ya teníamos.

Que mi niña sigue siendo única, aunque tenga un hermano a su lado. Que la sigo adorando con la misma intensidad y de la misma forma. Y que, de repente, otro ser diminuto y perfecto me hace sentir lo mismo, sin que eso le quite nada a ella. Que son sentimientos y emociones que no compiten entre sí. Que mi niña es la brisa en el cuerpo y mi bebé el sol en el rostro. Que disfruto de ambas y no solo no se roban nada la una a la otra sino que sentirlas juntas me hace cerrar los ojos y respirar profundo.

Que me siento más plena aún que antes porque, si antes mi hija me llenaba de pura paz solo con contemplarla y de pura felicidad solo de oírla reír, ahora no solo me ocurre con ella, también con su hermano. Que me siento tan llena de amor que no sé cómo no estoy flotando cabeza abajo contra el techo como un globo de helio con forma de tonta enamorada.

Me gustaría poder explicarme mejor, me gustaría lograr transmitirlo mejor, para que os pudiera servir para visualizaros si me estáis leyendo desde el otro lado, desde antes del salto, desde la duda y el miedo, desde la incertidumbre y el cómo será. Pero a veces me fallan las palabras y se me quedan cortas. ¿Cómo se puede explicar lo que te invade cuando eres madre a quien aún no lo ha vivido? ¿Cómo explicaros lo que sientes al recibir entre tus brazos a otro pedacito de carne y volver a enamorarte irremediablemente? 

Porque así estoy. Irremediablemente enamorada. De los dos, juntos, por separado y de todas las maneras que se os puedan ocurrir. Ya crucé al otro lado… GRACIAS. Teníais razón cuando me calmabais. Teníais razón cuando me decíais: confía. Teníais razón porque no se pierde nada a nivel de corazón, se gana. Lo ganamos todos. Pero antes éramos tres y era difícil visualizarse. Necesitaba dar el salto. Vivirlo. Y poder volver aquí a contároslo. Ahora que ya somos cuatro.

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10 comments

  1. Laura says:

    Creo que como la mayoría, he llegado aquí desde el post en que dudabas si repetir maternidad, sintiéndonos identificados en cada palabra, incluso en la edad y en la parálisis a la hora de tomar decisiones y ansiando saber que paso al final. Me encuentro en la misma tesitura, seguiré leyendo para ver si me aclaro. Por cierto que me ha encantado como escribes y cómo consigues poner palabras a lo que nos pasa por la cabeza (o por las entranas)

    • Carita says:

      Hola Laura! Muchas gracias por este comentario, es maravilloso conectar y me hace sentir que el tiempo que dedico al blog sirve 🙂 Espero que te encuentres, ya sea en un camino o en el otro. Los dos estarán bien, busca el que te dé paz. Un abrazo inmenso!

    • Carita says:

      Hola María. Qué extraño que no los veas, con este post retomé las publicaciones tras la pausa del final del embarazo. Un saludo

  2. Andrea says:

    Gracias. He llegado a este post intentando averiguar qué decisión tomaste después de leer el anterior (al que llegué por tener la misma duda, la misma inquietud interior) me identifique con cada palabra que escribiste, y lloré al leerte porque era como leerme a mí. Y al leer esto sólo puedo darte las más profundas y sinceras GRACIAS. Porque he encontrado por primera vez una respuesta: «haz lo que te vaya a dar más paz». Y eso, creo que tengo claro lo que es.
    Espero que te recuperes pronto del parto, y que sigas disfrutando de tus pequeños. Aquí, quiero dejar escrito que me has ayudado mucho.

    • Carita says:

      Hola Andrea! Me alegro infinitamente de haberte ayudado a encontrar una respuesta en TI. Me has alegrado el día, gracias. Espero que hagas lo que hagas, tengas paz con tu elección. Un abrazo inmenso

  3. Anca says:

    Hola Caryta,

    Hace una semana me enteré que mi cuñada estaba embarazada con su segundo hijo y fue cuando empecé a dudar de si quería tener otro hijo o no. Tengo 38 años y mi hija tiene casi 4 años. Desde la duda e intentando buscar una respuesta algo que me ayude decidir encontré tu post del 24/1/2019 donde háblalas sobre tus dudas de tener un segundo hijo. Según estaba leyendo parecía que lo había escrito yo en totalidad. Cuando quiero algo siempre busco las excusas para tenerlo o hacerlo pero un segundo hijo no consigo tener ese deseo igual que cuando tuve a mi niña. Me leí tu artículo, las respuestas y estaba un 95% de que ya no quiero otro. Hoy miro el email y me salta tu artículo sobre el bebé . Menuda sorpresa! Primero darte mi enhorabuena para el nuevo miembro de la familia. Ahora estoy otra vez con las dudas. Que te hizo tomar la decisión? A mi me da mucho miedo todo el trabajo que supone, las noches sin dormir. Que difícil es….

    • Carita says:

      Hola Anca! Muchas gracias 🙂 Uf, buena pregunta me haces. Si te digo la verdad, no sé exactamente qué me hizo tomar la decisión. Estaba absolutamente bloqueada a nivel de pensamiento así que me hice solamente una pregunta: ¿Qué me va a dar más paz? Y sentí que la opción con la que estaría más en paz sería con probar y que fuera lo que tuviera que ser. El primer mes que probamos y no me quedé sentí tristeza. Así que me fui guiando por las emociones que surgían en mí, porque por los pensamientos me habría quedado atascada. Después pasó todo lo de la pandemia. Si no hubiera sido antes de que todo rompiera, no habríamos seguido buscando. Eso me hace sentir que este chiquitín sencillamente tenía que venir, era su momento y de alguna forma yo lo estaba sintiendo. No tiene ningún sentido racional pero siempre he creído que todo pasa por algo, y porque tiene que pasar. Si dudas, es que tienes un conflicto interior, está claro. A veces desbrozar desde la cabeza es muy difícil. ¿Qué te dice el corazón? Las noches sin dormir, el trabajo, el cansancio y la exigencia forman parte de la maternidad. También las miradas que se llenan con tu rostro, las risas con gorgorito que te elevan y te lo compensan todo, el amor absoluto y animal. Es agotador, y es precioso, es duro y es bello. Ya sabes cómo es, lo has vivido. La pregunta es ¿quieres vivirlo de nuevo? Volver a empezar, en todo, en lo malo (los pañales, los trastos, la falta de sueño) y en lo bueno (la inocencia, la ternura, la alegría). ¿Qué sientes al imaginarlo? Y te digo lo que me decía yo continuamente: tienes dos caminos igual de buenos ante ti, solo es cuestión de elegir cuál transitar. Tener otro peque sería precioso y no tenerlo también. Busca el camino que te dé más paz y síguelo. Un abrazo inmenso!

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