Soy una madre diferente

Cuando me planteé de verdad tener otro hijo, pensaba que con el segundo sería mejor madre. Al fin y al cabo la experiencia es un grado y forzosamente tendría que sentirme más capaz. Después me quedé embarazada, las hormonas me pusieron del revés y acabé sintiendo lo contrario, que esta vez sería peor madre. Que estaría sobrepasada y lo haría todo mal, cargándome además por el camino todo lo que había hecho bien en mi primera maternidad. Curiosamente, no tenía razón en ninguna de las dos, aunque ambas eran ciertas. Tengo más experiencia y estoy más sobrepasada. Pero no soy mejor madre, ni peor. Lo que sí soy es una madre diferente.

Es curioso cómo la maternidad real nos lo desmonta todo. Todo lo que pensábamos, sentíamos o nos habíamos imaginado. Me pasó la primera vez con esa imagen que tenía de ser madre cuando aún no lo era, pero también me ha pasado ahora. No es que tuviera una idea muy concreta de cómo sería la bimaternidad (más allá de que sería EL CAOS) pero con este chiquitín me descubro siento una madre diferente a la que fui hace seis años, y eso me llama mucho la atención.

Soy una madre menos pendiente, menos disponible. No porque me importe menos. Lo siento, pero desde este lado sigo sin entender a quienes pasan del segundo porque «total, es más de lo mismo». Todavía recuerdo a mi cuñado comentando casualmente que al segundo no le sacas ni cuatro fotos, al pobre. Yo miro mi móvil y está tan petado de fotos y vídeos como hace seis años, si no más. Tampoco es porque sea materialmente imposible estar igual de disponible con dos que con uno, aunque desde luego lo es. Pero no me refiero a eso. Es más bien que esta vez siento que no es necesario que esté tanto. Tan para todo: para mirarle, para controlarle, para ver si me necesita de alguna manera, con mil ojos, mil manos y mil sentidos arácnidos listos para detectar cualquier cosa antes de que pase.

Esta vez el cuerpo me pide algo distinto. Con mi hija fui el camarero y con este pitufo soy más bien como la mesa del buffet libre. Estoy ahí. Cerca. Disponible. Con la certeza de que, cuando me necesita, me va a buscar con la misma naturalidad con la que yo le voy a recibir. Pero sin ofrecerme a cada instante.

Soy una madre más paciente. Lo era con mi hija, paciente sin fisuras, paciente de una forma desconocida en mí (le podéis preguntar a mi marido, que os lo confirma en el acto). Pero con ella lo era por una mezcla de instinto y concentración. Con este chiquitín fluye de manera natural. Sé que todas las etapas pasan, sé que el cansancio pasa, sé que el llanto pasa. No por haberlo leído en mil libros ni por haberlo reflexionado para mis adentros desdibujando todo mi paisaje previo. Lo sé porque lo he vivido. Ya he pasado por aquí y puedo disfrutar el camino de otra manera mucho más simple y relajada. La paciencia sale sola, sin buscarla.

Soy una madre más egoísta. Y entendédmelo bien porque lo digo como algo positivo. Miro más por mí y por mis mínimos. Esta vez no quiero desangrarme como la primera vez y vaciarme porque tengo-un-bebé. Esta vez estoy buscando el hueco para dormir, para reponer, para delegar, para pedir, para tener ratos sola y en silencio, para cuidarme y poder cuidar mejor. Para no desaparecer en la maternidad, que ahora además reclama más de base. Esta vez quiero criar no solo mirándole a él, a ellos, sino mirándonos a todos, incluida yo.

Soy una madre más presente, incluso a pesar de estar con medio ser en la inopia por culpa de esta pandemia interminable. Pero disfruto más de cada instante, como quien cierra los ojos cuando empieza el estribillo de una canción que le gusta. Me gusta esta canción. Me gusta esta maternidad. Me gusta poder entender por fin a todas las personas a las que he oído decir «ay, quiero otro, cómo me gustaría tener otro bebé». Entendedme bien esto también: si tengo otro me tiro por la ventana. No me da la energía ni la capacidad para más de dos. Pero es una auténtica gozada volver a tener un bebé en casa. Apetece, y entiendo por fin cómo, cuánto y por qué apetece.

Quise a mi hija de forma absoluta y me empapé de ella cuando era un bebé como me estoy empapando en todas sus etapas pero entiendo ese «apetece» de verdad ahora que repito la experiencia y pienso a cada hora, joder, cómo me gusta. Cómo me gusta ver esta mirada tan pura. Cómo me gusta estrujar este cuerpecito tan redondito y suave, sentarle en mis rodillas y ver delante un cogotillo diminuto. Cómo me gusta oír estos chillidos de pollo loco y ver esta sonrisa desdentada. Cómo me gusta ponerle caras cuando flipa con algo y me mira para ver qué me parece a mí. Cómo me gusta sentir su manita diminuta y esponjosa, con ese pliegue en la muñeca tan marcado que parece que lleve atado un cordel invisible. Cómo me gusta tener un bebé en casa otra vez.

Aunque todo sea distinto. Porque no hay dos hijos iguales, quizá es otra de las razones por las que somos diferentes con cada uno de ellos. Cambian las necesidades, cambia la demanda, cambia la comunicación, cambia lo que funciona y lo que no, incluso lo que tú decides utilizar como recurso y lo que no.

Cambia todo y siento que yo he cambiado también. No soy mejor madre con mi segundo hijo, como pensé en un principio que sería. Ni soy peor madre, como temí después. Pero, eso sí… soy una madre diferente.

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4 comments

  1. Elisabet says:

    He sido madre por primera vez en la pandemia. 42 años! Mi marido 46! 13 de relación , libres y felices, sin ganas ni perspectivas ya de poder ser padres. Y un día me doy cuenta de que prefiero arrepentirme de tenerlo que no de no haberlo tenido. Y en un mes, sin esperarlo, me quedo embarazada. Ahora mi bebé tiene 2 meses. Y algunas esas cosas que había criticado y me espantaban empiezan a tener sentido, como el porqué la gente tiene más de un hijo. Y mira que mis amigas, todas ya madres de adolescentes, pasaron de ser madres fit, contentas y de camisa planchada, a madres de moño despeluchadas al pasar de uno a dos. yo, para que veáis hasta qué punto he entrado en el lado oscuro, salí del paritorio diciéndole a la comadrona: ooh, te llamas Amanda? Qué nombre tan bonito para mi segunda hija.

    • Carita says:

      Hola Elisabet! Siempre he pensado que las cosas vienen porque tienen que venir y cuando tienen que venir. Me alegro muchísimo de que te escuchases con tanta claridad y todo haya fluido tan bien! Un abrazo enorme y disfruta tu maternidad

  2. Teresa says:

    ¡Hola Mamá de otro Planeta!
    No sabes cómo te entiendo. Lo único que tenía claro cuando estaba embarazada de mi hija pequeña es que sería una madre diferente. Nació y me encontré con una maternidad, pues, como la que tú describes.
    Desde entonces, cuando alguna vez converso sobre este tema con alguien, me gusta decir que cuando eres madre por segunda vez, es como volver a una ciudad que te encantó la primera vez que la visitaste y que recorres por segunda vez con familiaridad.

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