Volver a empezar

Volver a cambiar pañales. Volver a despertarte mil veces por la noche. Volver a dejarte el lomo caminando doblada agarrada a un piojillo que empieza a andar y va que se mata. Volver a pasar por cólicos, por dientes, por llantos que no sabes de dónde vienen. Volver a introducir alimentos. Volver a…

Volver a empezar tiene una parte que da (mucha) pereza cuando te lo planteas. Volver al cansancio y la exigencia extremos cuando nace un hijo pesa en la balanza. Nos pasó. Y ni os digo la de veces que me lo han dicho desde fuera, con un «uf» unas veces acompañando en silencio y otras verbalizado en voz alta. «Uf, volver a empezar, ahora que estás entrando en otra etapa». Con la peque ya criada, con lo tranquilos que empezábamos a estar.

Y sí, no digo que no. Pero volver a empezar no es solo eso…

Volver a empezar también es volver a sentir otra vez un ser absolutamente puro y perfecto en tus brazos. Y volver a enamorarte hasta la médula, de esa forma tan indescriptible, tan primaria y absoluta, esa que nunca consigo poner en palabras por más veces que intente, esa con la que siempre me quedo corta.

Es volver a maravillarte con una carita, con la perfección diminuta de unos deditos, con la suavidad impoluta de una piel de seda, con todo lo redondito y lo blandito y lo recién estrenado de este mundo.

Es volver a vivir en contacto con la más absoluta inocencia, volver a sentir que TU cara se ilumina como en un espejo cada vez que se ilumina la suya. Y que eso pase cien veces cada día, porque su carita perfecta se ilumina con TODO.

Es volver a escuchar esas risas con gorgorito, con grito, gorjeo y gárgara al mismo tiempo, esas por las que harías lo que fuera. Esas que buscas repetir y repetir porque mola TANTO oírlas y duran tan poco…

Es volver a conectarte con lo importante de la vida, lo importante de verdad, volver a desacompasarte con el ritmo de locos del afuera y hundirte en maternar (o en paternar), volver a poner el foco AQUÍ y AHORA, esos dos lugares en los que tanto nos cuesta estar normalmente.

Es volver a tener el PRIVILEGIO de ver nacer, y ver crecer, y ver florecer, y volver a formar parte de ello desde dentro. Volver a nutrir, volver a cuidar, volver a cantar suavito, volver a tocar con mimo infinito, volver a convertirte en refugio, volver a ser TODO durante un tiempo, ese todo que marea cuando una mirada limpia y pura se posa en ti y no ve nada más que a ti en el mundo.

Sí, estamos cambiando pañales a porrillo. Estamos poniendo lavadoras a porrillo, aunque los bodies se nos sigan quedando con ese poso de color mostaza que no sale. Estamos tirando de teta, y de mochila, y de brazos a porrillo. Y estamos tomando ibuprofenos a porrillo, también. No paramos y, cuando terminamos el día sintiendo que venimos de la guerra nos damos cuenta de que no hemos hecho nada. Poner lavadoras, comer, dormir (más o menos), ducharnos todos. Criar. Sobrevivir. Y volver a empezar.

A ratitos se nos cuela la añoranza y nos miramos y nos volvemos a decir, venga, que en un par de años volvemos a recuperar todo lo que se ha vuelto a quedar en stand-by otra vez. Las pelis, la play, la «tranquilidad». La espalda. A ratitos nos apetece mucho llegar a esa etapa otra vez. Mejor aún, llegar ya de forma definitiva (no me quiero ni imaginar lo que puede ser volver a tener pasillos a ambos lados de nuestra cama, la sensación de amplitud que puede dar eso, madre mía, ya ni me acuerdo). A ratitos.

Pero el resto del tiempo, qué bonito es volver a estar aquí. Qué bonito volver a engancharnos a la inocencia y cómo nos está salvando este año más que nunca el poder sonreír de oreja a oreja cada día amorrados a la vida. Qué bonito volver a tener por delante tantas primeras veces. Qué bonito mirar hacia delante, más allá del portátil, mientras escribo este texto, y encontrarme un enano feliz que me provoca a carcajadas desde el suelo para luego seguir intentando comérselo. Qué bonito sentir que todo lo malo me da igual en el fondo por mucho que moleste o que canse, por mucho que cueste. Qué bonito tener tan claro esta vez lo poco que dura todo, tener tan claro lo mucho que luego se echa de menos, y disfrutarlo intensamente por encima de todos los peros.

Volver a empezar puede dar pereza (y la da) en muchos aspectos. Pero ¿volver a vivir todo esto? Volver a vivir todo esto es impagable.

Si te parece que mi contenido es útil ¡Compártelo!

Y, si quieres contarme tu punto de vista o tu experiencia, me encontrarás siempre al otro lado en comentarios o en redes 🙂

¿No te quieres perder ningún post?

¿Quieres suscribirte y recibirlos cómodamente en tu correo?

4 comments

  1. Patricia says:

    Me llegaste… pero taaaaan hondo. Nuestro peque tiene veinte meses; después de este tiempo volver a empezar es difícil, con el añadido de que ya serían dos. Pero volver a ilusionarse, vivir, sentir, maternar es una maravilla. Describes lo que siento en silencio, a la espera de buscar cuando será el momento.

    • Carita says:

      Hola Patricia! Es difícil, sí, y es cansado. Pero es tan bonito volver a tener por delante algunas cosas. Estamos disfrutando mucho al enano, pese a todo lo que todos los que tenemos hijos sabemos que conlleva… Escúchate en tu silencio y cuando sea el momento (si lo es) lo sabrás. Un abrazo grande

    • Carita says:

      Hola Cristina! Me alegro muchísimo de que te haya hecho conectar (no tanto de que te haya hecho llorar). Gracias! Un abrazo

Deja una respuesta

Acepto la Política de privacidad