¡Socorro! Se acerca el parto y no tenemos nombre

Así estamos este embarazo. En bavia. En la inopia. En la parra. Pero lo peor no es eso, lo peor es que pasan las semanas, nos vamos acercando al día D y la cosa no avanza. En la semana 20 tenía su gracia: bromeábamos diciendo que habría que llamarlo cariño hasta que tuviera edad suficiente para que se lo llamase su novia. Mañana hago 35 semanas y ya empieza a darme coraje. El parto se nos echa encima, este bebé va a nacer y necesito encontrar un nombre. No, corrijo. Necesito encontrar SU nombre. No sé cómo sentiréis estas cosas pero yo lo siento así. Hay un nombre para este bebé, para él en concreto, uno que le pega, uno que pide, uno que vibra con su energía… y no doy con él. Y no será por no mirar todas las opciones. Creo que me he leído todos los nombres que existen, repetidas veces, no sea que un día inventen uno nuevo. Los releo esperando que se abra un túnel de luz desde el cielo y un coro de ángeles celestiales me lo canten, o me den con él en la cabeza. Lo que sea. Se acerca el parto y no tenemos nombre: ¡socorro!

En mi primer embarazo la cosa fue mucho más fácil. No sé si es porque era niña. Encuentro mucho más difícil buscar nombre para niño, ¿soy yo sola, que vibro más con la energía de los nombres de niña, o realmente es más difícil?

La primera vez tuvimos varios finalistas que nos gustaban mucho a los dos y, de entre ellos, uno se destacó de forma natural y fluida. Simplemente lo sentimos, era el nombre de nuestra hija. En esta segunda ocasión, cuando aún no sabíamos si era niño o niña, hicimos dos listas preliminares (esas cosas que te entretienen el primer trimestre y que no sirven para nada). Creo que la de niña tenía en menos de diez minutos nueve nombres preciosos que nos gustaban. La de niño nos costó una hora llenarla con cuatro. Y cuatro peleados con sudor y esfuerzo. Si me gustaba a mí, papá me lo vetaba, y viceversa. O si no la peque nos decía que era horroroso.

Al final conseguimos sacar cuatro, ya os digo… pero aun así, era una lista que no terminábamos de ver. Llevo todo el embarazo sintiendo que sí pero no. Que esos nombres son bonitos, pero no sé si entre ellos está el nombre de este niño. Que son un ranking que ha salido de descartar, literalmente, todos los demás nombres que hay. Y vale, nos gustan, pero no los siento.

Tiene bemoles la cosa porque uno de ellos, en concreto, es un nombre que siempre me ha gustado. Pero gustarme mucho. Un nombre que llevaba seis años vetado por papá. Bueno, pues resulta que en este embarazo me retira el veto y me dice que se lo plantearía. Y, ¿adivináis? De repente no me pega ni el huevo con este pequeñín. Lo siento ajeno, como si fuera el nombre del hijo del vecino. Matadme, en serio.

El nombre que sí había empezado a sentir al principio tiene un veto encima como una catedral que no he conseguido mover medio milímetro ni tirando con los dientes, así que queda descartado también y de esa lista inicial de cuatro, solo sobreviven dos. De entre esos dos, uno se destaca por encima del otro, siendo el favorito de los favoritos in the universe para todo nuestro entorno así que sin tenerlo del todo claro iba a acabar siendo, por inercia, el que terminásemos por decidir si nace y no hemos llegado a otra conclusión.

O no. Porque la semana pasada me pasó una cosa tan curiosa que nos ha metido otro nombre en la lista. Uno que habíamos visto muchas veces sin que nos llamase especialmente pero que se ha colado de carambola en la final, así, sin pasar castings ni nada. ¿Por qué? Porque hace varias noches me desveló intensamente golpeándome machaconamente la cabeza a las seis de la mañana, sin venir a cuento. Acabé sentada en el sofá, a las siete de la mañana de un sábado, con los ojos como platos, intentando entender si era algún tipo de señal (quizá simplemente señal de que no estoy durmiendo un carajo). Os confieso que cuando me empezó a venir insistentemente sentí calidez. Sentí ternura. Pero es que es un nombre que nunca me habría planteado en serio de otra forma porque, aunque no me disgusta como tal, tampoco os diría que me gusta especialmente.

Así que en la mano izquierda tenemos un nombre que llegó pensado, no sentido, y en la mano derecha otro que vino sentido pero que nunca pensamos.

¿No podría ser todo más fácil y que sintiéramos uno que nos guste? Nooo. Que así no tendría gracia ni mérito.

Partiendo de la base de que soy capaz de descartar mil opciones en medio milisegundo sin la menor piedad y al mismo tiempo quedarme una hora bloqueada estúpidamente sin saber si quiero comprarme una camiseta en azul o en verde… ¿a que lo volvéis a adivinar? No sé con cuál quedarme. Y me nace, me nace ya y voy a tener que mirarle fijamente para ver de qué tiene cara. Con el riesgo de que me parezca que tiene cara de llamarse Agamenón.

¿Me echáis una manilla? ¿Es este segundo nombre ese que vibra y que estaba esperando encontrar? ¿O simplemente esperaba sentir algo más fuerte con el que tenemos como finalista desde hace meses y al final voy a acabar llamando a mi hijo con un nombre que nunca pensé porque me desvelé una noche y me rayé?

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8 comments

  1. Sara says:

    Nosotros tuvimos muy claro un nombre, desde el principio, aunque teníamos una segunda opción. Pero nada definitivo porque yo sin verla no quería ponerle nombre, simplemente no podía. ¿Y si no le pegaba? Yo qué sé…
    Así que mi consejo es que esperes, que le tengas en tus brazos, veas su carita y lo que sientas. Y si para ese momento sigues sin verle con nombre, pues moneda al aire ;P

    • Carita says:

      Hola Sara! Con mi hija es que sí lo sentí con mucha naturalidad. Teníamos una lista de nombres y ese era el que más nos pegaba, por alguna razón, y fue fluyendo todo tanto que no hubo dudas. Pero esta vez sí, vamos a ver qué sentimos al verle. Y si no moneda, los chinos, o piedra papel tijera lagarto Spock… yo no sé…

  2. Estela says:

    ¡Bienvenida al selecto club de los indecisos! Con la niña el nombre llegó directo al corazón (eso sí a las 29 semanas) y con el niño en el momento que el enfermero se lo llevaba del quirófano a hacer el piel con piel con papi… así que todavía estás a tiempo de llegar antes que nosotros!! Seguro que no tenéis dudas cuando finalmente elijáis SU nombre. Ánimo en la recta final!

    • Carita says:

      Hola Estela! Eso quiero, eso siento, la necesidad de encontrar SU nombre. A ver qué nos dice su carita. Todo sea que le veamos cara de llamarse Agamenón, y entremos en otro problema XD. Gracias y un abrazo!

  3. Kitty says:

    xxx y Elías
    xxx y Alberto
    Si no… pon apellidos… habla en vos alta llamándolo… da “ una orden” pon un Don delante… y el que mejor se acople

    • Carita says:

      Ay Kitty, ya hemos probado todo eso, jeje. Estamos cocinando y de repente uno dice, «oye, ¿está llorando menganito?», o «mira a ver si hay que cambiarle el pañal a zutanito», así como en simulaciones. Pero nada hija, estamos encasquillados. A ver si se desbloquea y lo vemos CLARO de verdad!

  4. Sil says:

    A mí no me pasó, pero a una compañera de trabajo sí, después de una niña, el niño que nació estuvo varios días sin nombre. Y aún no sé si están convencidos…

    No sé, yo tenía una lista de nombres desde hacía años, sin saber si iba a ser madre o no

    • Carita says:

      Hola Sil! Espero no llegar a tanto…! Tenemos ahí la duda entre esos dos nombres a priori y la idea de esperar a verle la carita para ver qué sentimos. A ver cómo va! Un abrazo

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