La primera semana del postparto

La primera semana del postparto eres mujer, pero sobre todo, hembra. Hembra animal y primaria que sangra, gotea y rezuma. Hembra recién parida que duele, que recobra fuerzas tras eso tan absolutamente extenuante, eso que tratamos con tanta indiferencia y a lo que damos tan poco valor porque pasa cada día, eso que en realidad es mitad milagro, mitad proeza, eso que se llama PARIR y que necesita mayúsculas porque no cabe en cinco simples letras.

La primera semana del postparto no te sientes en tu cuerpo. Ya no es que te guste o te disguste, es que es como si no fuera tuyo. Tu tripa se abomba. Tus pechos revientan. Tu útero se contrae. Tus órganos bailan, buscando de nuevo su lugar. Tu suelo pélvico manda señales tan extrañas que no sabes ni qué sentir. No hablemos ya de esfínteres. Te mueves dentro de una masa que más que cuerpo es transición, intentando reconocerte, intentando sentirte, intentando encontrarte.

La primera semana del postparto es sucia, es incómoda, es dolorosa. Te tiran los puntos, te fallan las fuerzas, te arden los pezones, te da casi más miedo ir al baño por primera vez que parir. Te vacías en una compresa tocológica tras otra, entre loquios y entuertos, te ves en el espejo con tus bragas de redecilla y las ventanitas del sujetador de lactancia abiertas y no puedes evitar pensar que hay un puntito de indignidad en el puerperio inmediato. Y entre tanta molestia vuelves a no encontrarte.

La primera semana del postparto las hormonas se desploman y se vuelven locas. Y te vuelves loca tú con ellas. Lloras, ríes, te enfadas, flotas, te sientes sobrepasada, te desdibujas, te pierdes, mueres de amor y nunca has sido tan feliz. Todo a la vez.

La primera semana del postparto es probablemente la semana de tu vida en la que menos capaz te sientes, sobre todo si es tu primer hijo. Ese pedacito de carne por el que te morirías sin dudarlo es tan, tan, tan pequeño y depende de tal forma de ti que en vez de grande, puedes sentirte muy pequeña tú también. Pero aunque hay ratos negros en los que querrías salir corriendo o esconderte en algún rincón donde nadie te encuentre, no existe fuerza en la naturaleza que pueda alejarte medio milímetro de tu bebé. No solo porque te necesita. También porque lo necesitas tú.

La primera semana del postparto es dura. Todo duele, todo tira, todo molesta, todo ensucia, todo huele, todo cansa, todo asusta, todo sobrepasa.

Porque todo está demasiado reciente.

Pero la primera semana del postparto solo necesitas tener presente una cosa: que una semana solo dura siete días. Y después de esos siete días vendrán otros siete en los que todo seguirá avanzando, y otros siete, y otros siete más. Aguanta. Confía. Descansa. Delega. Cicatriza. Dale al esfuerzo extenuante del parto el valor que se merece. Llora. Ríe. Flota. Muere de amor. Inspira el aroma de la coronilla de tu bebé, de tu proeza, de tu milagro, y deja que lo sane y lo dimensione todo. Permítete ser humana, ser falible, ser hembra recién parida. Los comienzos cuestan pero a todo se le coge el tranquillo. Tú ahora no pienses, no es el momento.

Las hormonas se regularán. Los puntos se caerán. El dolor se mitigará. Las fuerzas aumentarán. Poco a poco, te harás. Volverás a encontrarte, en un nuevo punto del camino, con una nueva profundidad que te fascinará. Y recordarás siempre esa primera semana del postparto, esa que tanto costó y tan eterna pareció mientras duraba, esos siete días en los que todo estaba, simplemente, demasiado reciente.

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1 comments

  1. Rosa says:

    Tengo 39 años y es la primera vez que siento esta llamada, la de la maternidad, seguramente sea mi reloj biológico o la falta de sentido que a veces pueda tener mi vida. La cuestión es que ahí sigue… estoy soltera, sin trabajo estable y tendría que revisar mi red de apoyo, que creo que podría haberla. A primera vista no tengo nada a mi favor, por lo tanto no sé qué hacer, porque no quiero arrepentirme por no haberlo hecho…. gracias

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