Diástasis abdominal tras el parto: por qué aparece y cómo tratarla

Aquí me tenéis, volviendo a vivir en carnes propias las cosas para poder contarlas mejor y de forma más útil. Ojalá pudiera hablaros en primera persona de lo que supone ganar el euromillón y correr a las Maldivas a gastárselo… pero me temo que hoy hablamos de diástasis abdominal. Un problema muy frecuente tras un embarazo y un parto, que en muchas ocasiones no llegamos a detectar ni tratar adecuadamente y que puede darnos mucho la lata con el tiempo.

Ahora bien, ¿qué es exactamente la diástasis abdominal? ¿es probable que me pase? ¿qué consecuencias puede tener para mi salud? ¿se soluciona sola o necesito tratamiento? Muchas preguntas. Y, como siempre, todas con respuesta. Vamos a verlo.

1. ¿Qué es la diástasis abdominal?

Para comprender qué es la diástasis abdominal primero tenemos que tener una pequeña idea de cómo está conformada la musculatura del abdomen. Voy a tratar una vez más de ubicaros a nivel anatómico sin muchos «palabros» técnicos.

La musculatura del abdomen tiene varias “capas”:

  • En la capa más profunda está el transverso del abdomen, un músculo potente que trabaja “en horizontal” estabilizando la columna lumbar y “estrechando” el diámetro abdominal al contraerse, comprimiendo las vísceras para ayudar al buen funcionamiento intestinal y participando siempre que tosemos, estornudamos, orinamos, defecamos o hacemos un sobreesfuerzo. Este es el músculo que activamos cuando hacemos pujos fisiológicos en espiración durante el parto.
  • En la capa intermedia, se encuentran los oblicuos, externo e interno. Son músculos que trabajan “en diagonal”, ayudando a inclinar y rotar el tronco y participando en la espiración forzada.
  • En la capa más superficial tenemos los rectos abdominales, que trabajan “en vertical” flexionando el tronco. Son los músculos de la famosa “tableta de chocolate” porque aunque sus fibras trabajan longitudinalmente desde el esternón hasta la pelvis, están conformadas como en “cuadraditos”. Discurren a ambos lados del ombligo y, entre ellos, están unidos por una línea de tejido conectivo, rica en colágeno, conocida como la línea alba.

La diástasis abdominal se produce cuando los rectos abdominales se separan entre sí a causa de un daño en este tejido conectivo que los une, ya sea funcional (cuando las fibras solo sufren un sobreestiramiento, dándose de sí) o estructural (cuando se produce rotura de fibras).

Esto puede producirse por muchas razones y tanto en hombres como en mujeres. Desde sobrepeso, causas congénitas o estreñimiento crónico hasta un mal manejo del ejercicio con esfuerzos excesivos y mal dirigidos a nivel abdominal (ojito con hacer el bruto). Pero hay una situación particular en la que se produce con especial incidencia: el embarazo/parto.

¿Por qué es tan frecuente tras un embarazo?

  • Porque durante el embarazo se produce una distensión abdominal fisiológica. Al igual que el resto de los tejidos y órganos, la musculatura abdominal también se adapta al crecimiento del bebé y «se estira» para darle cabida.
  • En el trabajo de parto, además, se ejercen fuerzas musculares intensas que deben ir muy bien dirigidas para no hacer recaer un exceso de tensión sobre los rectos abdominales, cosa que no siempre conseguimos: los pujos en apnea echando el alma por la boca son totalmente hiperpresivos, «abomban» la pared abdominal hacia fuera. Los expulsivos muy largos tampoco ayudan.
  • Y, a todo esto, tenemos que sumar todos los cambios que se producen a nivel hormonal en nuestro cuerpo durante el embarazo, parto y postparto. Ese aumento de progesterona y relaxina, por ejemplo, del que os hablaba cuando vimos la pubalgia en el embarazo, que ayuda en el momento del parto a que la pelvis pueda adaptarse y deformarse, también altera los niveles de colágeno del tejido conectivo, haciendo que la línea alba que une los rectos abdominales sea más vulnerable.

Así que en el embarazo y el parto, el cóctel es ideal. Para que os hagáis una idea, casi un 70% de los embarazos en el tercer trimestre y un 60% de los postpartos a las seis semanas del parto cursan con diástasis. Esta separación, en muchos casos, no pasa de una alteración fisiológica que va reduciéndose durante los doce meses siguientes al parto, sobre todo durante las ocho primeras semanas. Pero la diástasis no siempre resuelve sola, sobre todo según su grado de «gravedad».

2. ¿Cómo puedo saber si tengo diástasis abdominal?

La diástasis abdominal suele estar asociada a un aumento del dolor lumbar y a ciertos síntomas digestivos como gases, digestiones más pesadas e hinchazón. También es muy frecuente que la tripa tenga un aspecto más abultado, como si no terminase de bajar ese vientre redondito y «hacia fuera» que se queda las primeras semanas tras el parto. Pero a veces esto no es especialmente llamativo, porque el postparto conlleva de forma natural ciertos cambios e incomodidades y es difícil saber cuándo hay algo que no está evolucionando como debería.

Os pongo mi caso personal. Mi tripa no se ha quedado abombada en absoluto, es más, se me marcan y todo los oblicuos, herencia de los doce años que pasé como profesora de danza oriental (la que tuvo, retuvo, y menos mal porque, ahora, ejem). A nivel digestivo, mñeee, no sabría ni decir si me he notado algo en concreto. Y a nivel lumbar, decidme una madre que no vaya rota durante los primeros dos años. Probablemente, ni me habría parado a pensar en una diástasis si no fuera porque fui a una compañera especializada en suelo pélvico y me la detectó. Así que, primer consejo:

Tras un embarazo y un parto, id siempre a un fisio especializado en suelo pélvico a ver cómo está todo.

Se considera que una diástasis es patológica a partir de los 2,5 cm de separación pero hay muchos datos a valorar, por lo que es importante que en consulta os hagan una buena exploración profesional, manual y/o con ecógrafo para ver, además de los centímetros exactos de separación entre ambos rectos, la extensión de la diástasis (es decir, si están separados en todo el abdomen, solo por encima del ombligo, por debajo…) y su profundidad. No solo para diagnosticarla correctamente, también para poder valorar mejor el tratamiento más adecuado en cada caso y pautaros ejercicios de forma personalizada.

Para tener una idea previa, hay un ejercicio muy fácil de autoexploración manual que podéis hacer en casa. Para ello, solo tenéis que tumbaros bocarriba con las rodillas dobladas y las plantas de los pies apoyadas sobre el suelo, con una mano bajo la cabeza y la otra con los dedos sobre el ombligo y levantar la cabeza como si quisierais miraros el ombligo.

Al hacer esto, si en lugar de sentir que los músculos de contraen, notáis que «sale un bulto» bajo vuestros dedos o que «se hunden» en un tejido blandito, de cabeza al fisio. Os aviso que da grima y agobia un poco sentirlo, no os asustéis.

3. ¿Qué consecuencias tiene la diástasis abdominal?

Aquí está el tema. Muchas veces nos quedamos en lo estético. Y lo estético es importante porque puede afectarnos a nivel psicológico o emocional. Pero los problemas que puede provocar a medio y largo plazo una diástasis abdominal van más allá del «me ha quedado una barriguita hacia fuera que no se va».

  • Que los rectos abdominales se separen nos impide mantener un tono y una postura adecuados al nivel más profundo (a ver si un día os hablo de la importancia del “core”), lo que va a provocar dolor a nivel lumbar y posibles consecuencias a largo plazo en la columna (desviaciones, protrusiones o hernias discales…).
  • La inestabilidad de la zona pélvica va a afectar también al suelo pélvico haciendo que las tensiones cambien y tiendan a ir hacia delante, hacia la zona vaginal. Con el tiempo, esto va a aumentar el riesgo de sufrir prolapsos ( “caídas”  de órganos como la vejiga, el útero, el recto…), incontinencia urinaria o molestias durante las relaciones sexuales.
  • Aunque al principio no lleguemos a sufrirlos o a darnos cuenta, también puede provocarnos los problemas digestivos que os comentaba antes: gases, estreñimiento, digestiones pesadas o hinchazón.
  • Si la diástasis es muy grande y profunda, pueden producirse hernias abdominales. Esa sensación de que, con el esfuerzo “sale un bulto como si fuera un alien”. Es el contenido abdominal, al estar los rectos separados y no poder contenerlo bajo la capa de tejido muscular.
  • Y si ya en el embarazo aparece una diástasis muy amplia, puede hacer más complicado el expulsivo en el parto, al perder fuerza y estabilidad la musculatura abdominal.

Así que ya veis, la barriguita se ve desde fuera pero lo importante va por dentro.

4. ¿La diástasis abdominal desaparece sola o debo tratarla?

Pues lo que os he dicho antes. Muchas resuelven solas, pero no todas. Depende de la separación que haya, su extensión, profundidad y sintomatología.

En los casos más graves, en los que la diástasis sea demasiado amplia, extensa y profunda o curse con dolor o mucha sintomatología, puede ser necesario valorar el tratamiento quirúrgico (una abdominoplastia).

Pero en la mayoría de los casos, el tratamiento es conservador. Es decir, fisioterapia y ejercicios. Pero no cualquier ejercicio, ojo cuidao: cualquier ejercicio que provoque un aumento de la presión intraabdominal está totalmente desaconsejado (los abdominales de toda la vida, sentadillas, planchas, pesas, esfuerzos de alta intensidad o que impliquen impacto).

Por eso os digo que SIEMPRE vayáis a un fisio especializado para que os lo valore bien y os paute un buen tratamiento:

  • Tratamiento manual para liberar bloqueos articulares, tratar contracturas internas (sí, majas, se os puede quedar tocado el músculo elevador del ano, mismamente) y «recolocar» órganos y estructuras en el suelo pélvico si hay prolapsos.
  • Tratamientos no manuales, como la diatermia, que va de cine.
  • Ejercicios de control postural.
  • Gimnasia abdominal hipopresiva para trabajar la faja abdominal profunda y la musculatura del suelo pélvico sin presión intraabdominal.
  • Ejercicios específicos para vuestro caso que activen el transverso para ir «apretando el cinturón» de la musculatura abdominal.
  • Electroestimulación y biofeedback para mejorar la propiocepción y control del trabajo de la musculatura profunda y del suelo pélvico.

Hay muchas cosas que se pueden hacer así que si tenéis la sospecha de tener diástasis, poneos en manos de alguien especializado y no lo dejéis. Sí, sí, lo sé. Es muy de madre reciente esto de quedarnos en el último lugar. Y sé cuánto cuesta sacar tiempo para una misma: me doy con un canto en los dientes si consigo diez minutos al día para hacer los ejercicios que me va pautando mi compañera. Pero la salud es lo primero. ¡Ánimo!

Si te parece que mi contenido es útil, ¡compártelo!

Y, si quieres contarme tu punto de vista o tu experiencia, me encontrarás siempre al otro lado en comentarios o en redes 🙂

¿No te quieres perder ningún post?

¿Quieres suscribirte y recibirlos cómodamente en tu correo?

2 comments

Deja una respuesta

Acepto la Política de privacidad