¿Por qué es tan importante que los niños viajen a contramarcha?

Foto: ©Unamamadeotroplaneta

Estoy segura de que, como mínimo, alguna vez habréis leído u oído eso de que los niños tienen que viajar a contramarcha porque es más seguro. Ahora bien, ¿por qué es más seguro y hasta qué punto? ¿Qué diferencias anatómicas hay entre el niño y el adulto y por qué son tan importantes? ¿Qué ocurre en un accidente y por qué es más peligroso para un niño?

Hoy os hablo de por qué es tan importante (y creedme, LO ES) que los niños viajen a contramarcha.

Nos ocurre con los peques una cosa curiosa: tendemos a pensar en ellos como adultos “en pequeñito”. Sí, sabemos que son más frágiles y que se están desarrollando pero muchas veces parece sobre todo una cuestión de tamaño. Y realmente hay muchas diferencias anatómicas y fisiológicas entre el niño y el adulto que son cruciales porque van a condicionar totalmente la respuesta que pueden tener ambos ante un mismo accidente.

En primer lugar, la cabeza de los niños es mucho más grande en proporción a su cuerpo. Para que os hagáis una idea, la cabeza de un adulto supone aproximadamente un 5-6% del peso total de su cuerpo. La cabeza de un niño de uno o dos años puede llegar a alcanzar un 25% del peso total de su cuerpo. Podéis calcularlo con vuestro propio peso si queréis visualizarlo mejor. Por ejemplo: yo peso unos 55 kilos y mi cabeza pesará en torno a 3 kg. Si tuviese las proporciones de un niño pequeño, mi cabeza pesaría casi 14 kg. Si pesáis 80 kg, hablaríamos de 20 kg solo en la cabeza. Imaginad con qué fuerza podría tirar de nuestro cuello una cabeza que nos pesara tanto. Y esto es lo que les pasa a los niños.

Por otra parte, el sistema musculo-esquelético de los niños está en pleno desarrollo. Esto quiere decir que los músculos, los huesos, las articulaciones, etc. están formándose todavía. Por ejemplo, en los niños la columna vertebral no está osificada del todo. ¿Qué quiere decir esto? Que las vértebras, que en el adulto están formadas por un anillo óseo completo (es decir, son todo hueso) en el niño tienen zonas intermedias que son mucho más blandas.

Para explicarlo fácil y que podáis imaginarlo, las vértebras en un niño pequeño están formadas por “cachitos” que sí son de hueso, unidos entre ellos por zonas de tejido cartilaginoso más flexible (y blando). A partir de los 3-4 años y hasta más o menos la pubertad este cartílago va osificando hasta que la vértebra completa su desarrollo y es como la de los adultos. Pero cuanto más pequeños son, más frágil y blanda es su columna vertebral.

Y no es solamente una cuestión de cómo de fuertes o resistentes sean las propias estructuras en sí, de cómo de fuerte es la musculatura del cuello de un niño. También es importante cuál es su capacidad y velocidad de reacción. Porque también hay que tener en cuenta el desarrollo del sistema nervioso y del control motor, que en los niños es bastante inmaduro. Y esto también es crucial en aquellas situaciones en las que el cuerpo tenga que reaccionar rápido ante una fuerza imprevista, que es lo que ocurre en un accidente.

¿Qué ocurre en un accidente?

Que nos vamos a encontrar una fuerza externa que nos frena de repente produciendo una deceleración muy intensa y muy brusca. Por esta deceleración, todo lo que vaya sujeto al coche va a frenar con el coche pero, por las leyes de la inercia, todo lo que vaya suelto en el coche va a seguir avanzando a la misma velocidad.

Espero que no hayáis tenido ningún accidente pero seguro que habéis comprobado lo que pasa con el bolso, o el móvil, en un frenazo tonto o un giro brusco. Así actúa la inercia.

Y si lo que va sujeto al coche frena y lo que va suelto sigue avanzando… ¿qué ocurre con nosotros, que vamos sujetos por algún tipo de sistema de retención pero no estamos realmente anclados al coche? Pues que va a haber una lucha entre las fuerzas de inercia, que van a tirar en una dirección y el sistema de retención (el cinturón o el arnés) que va a ejercer fuerza en la dirección contraria para mantenernos en el asiento.

Y esto se traduce en que las partes de nuestro cuerpo que estén más libres van a salir propulsadas hacia delante, con muchísima fuerza, y van a traccionar del resto del cuerpo, que está sujeto al coche.

¿Por qué esto es mucho más peligroso en los niños?

Principalmente por la anatomía y el desarrollo del niño. Como hemos visto más arriba, estamos hablando de una cabeza que pesa muchísimo en proporción al resto del cuerpo y que va a salir disparada como un proyectil, tirando con mucha fuerza de un cuello que no tiene capacidad para resistirlo. Y esto va a hacer que las estructuras cervicales sufran más allá de lo que permite su fisiología y su anatomía de forma natural. Es decir: se van a dañar.

Con un agravante, porque nosotros tenemos un cinturón de seguridad que permite que esa tracción producida por la deceleración se reparta mejor a lo largo de toda la columna. Aun así, el cuello suele ser la zona que más acusa la fuerza del impacto. Ya veis lo frecuente que es sufrir un latigazo cervical, incluso en accidentes  leves a baja velocidad.

Pero los niños van con un arnés que inmoviliza totalmente el torso como en el parque de atracciones y lo mantiene pegado al asiento, de modo que en un accidente solo sale propulsada hacia delante la cabeza y toda la tracción se va a concentrar en la zona cervical.

¿Qué pasa si toda la tracción se concentra en la zona cervical?

Pues podéis imaginaros que nada bueno. El mismo accidente que en un adulto puede suponer un latigazo cervical en un niño puede tener consecuencias muy graves.

Por un lado, lesiones medulares. Porque el cuello protege una estructura muy sensible, que es la médula espinal. Debido a la tracción, la médula espinal puede estirarse más allá de lo que puede soportar sin dañarse (para que os hagáis una idea en un accidente puede llegar a elongarse hasta cinco centímetros, os juro que me duele hasta escribirlo), produciéndose una sección medular.

La menor capacidad de absorción y resistencia a la tracción de esas vértebras más blanditas y frágiles que hemos visto antes puede hacer que se produzcan luxaciones vertebrales, como la luxación occipito-cervical. Es posible que hayáis oído hablar de ella alguna vez porque se conoce coloquialmente con un nombre impactante: “decapitación interna”. Y es un nombre descriptivo y pertinente: en la luxación occipito-cervical se produce una separación completa de la cabeza y de la columna cervical a nivel interno, al romperse las estructuras que unen el hueso occipital, en el cráneo, y la primera vértebra cervical, en la columna.

Por otro lado, pueden producirse lesiones neurológicas. ¿Por qué? Porque en los adultos, el cráneo y el cerebro están muy cerca, pero en los niños el cerebro es más pequeño, el cráneo es bastante grande y hay una distancia entre ambos. En ese juego de fuerzas contrarias que se produce cuando la cabeza sale propulsada y después vuelve atrás e impacta contra el asiento, la masa encefálica en los niños literalmente rebota dentro del cráneo (seguro que habéis oído hablar del «síndrome del bebé zarandeado»… es algo similar a lo que pasaría en este caso).

Así que ya veis que no estamos hablando de “me voy a hacer un poco más de daño en el cuello o un poco menos de daño”. Estamos hablando de una diferencia realmente abismal, de lesiones verdaderamente graves en el mismo escenario y en las mismas condiciones en las que un adulto tendría una lesión leve.

¿Qué ocurre si viajamos a contramarcha?

Muy fácil: que todas estas fuerzas de inercia ya no van a actuar traccionando sobre el cuerpo del niño. Porque el niño ahora va a tener toda la espalda, el cuello y la cabeza apoyados en el respaldo de la silla, y esa fuerza que en el caso anterior iba a concentrarse en tirar del cuello, en este caso va a empujar el cuerpo del niño contra el respaldo y se va a repartir por toda la superficie del respaldo sin que la cabeza o el cuello sufran ningún cambio postural.

Por eso a contramarcha desaparecen todas las consecuencias potenciales de una tracción sobre el cuello: porque directamente eliminamos la propia tracción sobre el cuello.

Por eso viajar a contramarcha es más seguro.

Y, por eso, es TAN importante que los niños vayan de espaldas en el coche. 🙂

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