Reconciliarme con mi parto, cinco años después

Experiencia-parto

Foto: ©Unamamadeotroplaneta

Este año es el primero que he sentido que podré reconciliarme con mi parto. Han sido cuatro aniversarios removiéndome por dentro, reviviendo cada hora con una sensación casi física, como si todo estuviera volviendo a suceder en algún plano, aunque sólo fuera el de la memoria. Y no sólo la de la mente… el cuerpo tiene memoria y hay cosas que siguen doliendo aunque pase demasiado tiempo como para que ese dolor tenga sentido a nivel racional.

Pero este año, por primera vez, el día del parto se acercó sin doler, pasó sin remover y se marchó discreto, en un silencio nuevo desprovisto de todas esas emociones que siempre lo acompañaban. El dolor, la rabia, el reproche. Un silencio que exploré cauta, como cuando acercas la lengua a una muela que dolía y que de repente, al despertar, ya no te sientes palpitando. Y me di cuenta de que este año es el primero en el que he podido sentir que lo que ocurrió no fue un fracaso, sino un aprendizaje vital. Que, además de a mi niña, del parto me llevé también una enseñanza

De mi parto me llevo el saber que yo lo hice mal. Por primera vez, sin sentirme culpable por ello. Lo hice mal porque no tenía confianza. Ni en mis fuerzas, ni en mi cuerpo, ni en la naturaleza. Lo hice mal porque lo viví como un peligro y todo lo que llevaba en mi arsenal para defenderme eran datos, argumentos, palabras, pensamientos. Todo mental, nada animal, de hembra pariendo. Lo hice mal porque tenía miedo y ese miedo me tensó como la piel de un tambor, impidiéndome avanzar. Lo hice mal porque no comprendí que el poder de parir estaba en mi propia naturaleza, no en la naturaleza de lo que me rodeaba.

¿Por qué funcionó mi lactancia? Porque creí en ella. Porque en algún momento, de entre todo lo que leí sobre lactancia, caló en mí su magia, caló lo increíble que es el cuerpo humano y la naturaleza, caló el sentirme mamífera. Mi lactancia funcionó porque creí en mí, en mi cuerpo, en mis tetas, en mi hija. En que no tenía que hacer nada más que actuar cuando pasase algo, porque la lactancia en sí, mis pechos dando leche, era algo que ocurría solo si nada intefería.

Funcionó a pesar de que manejé la subida como el culo y me ingurgité hasta que mi pecho derecho se puso CUADRADO y tuvieron que pincharme oxitocina y darme unos masajes inenarrables. Funcionó a pesar de que al principio el enganche me hacía chillar, pero chillar como una loca. Funcionó a pesar de que los primeros días sentí que no podría y calculé mentalmente cuánta leche tenía que sacarme para congelar 6 meses de reservas. Funcionó pese a lo físico y lo mental porque me conecté a ella. Porque la sentía como algo natural y poderoso que nacía en mí sin necesitar pensar nada. Porque fuimos una. Porque la dejé fluir.

No digo que no pueda haber problemas en una lactancia sólo con ponerse happyflower. Los hay. Algunos simplemente se solucionan, como una mastitis. Otros no. como una agalactia orgánica, real, de las que existen aunque sean tan tan escasas. Pero sí digo que mi lactancia no tenía ningún problema y que yo podría haberle provocado más de mil si no hubiera creído en ella y no la hubiera dejado fluir con confianza. Tranquila. Empoderada. Segura.

Mi parto se bloqueó y no fluyó. Se quedó escondido en una esquinita, con miedo a asomarse y ser. Mi parto podría haber sido todo lo contrario a lo que fue porque tampoco tuvo ningún problema. Sólo el de caer en un hospital hipócrita que vendía humo, que fue lo único que salió mal en realidad aquel día, hace cinco años.

Mi parto sólo necesitaba que yo me conectara con él, que creyera en mi cuerpo, en la naturaleza, en mi hija, dentro de mí, iniciándolo. Necesitaba que me sintiera y dejase de pensarme. Necesitaba calma, espacio y tiempo. Y pensé que eso me lo robaba el hospital pero el poder se lo estaba dando yo, creyendo más en su capacidad para robármelo… que en mi capacidad para parir. El poder se lo di quedándome allí cuando todo mi ser pedía a gritos irme, se lo di sintiendo que estaba en sus manos cuando por el miedo a irme me quedé, se lo di cuando entré en shock y dejé de hablar, perdida en algún lugar oscuro y frío dentro de mí, sintiéndome atrapada e indefensa.

El poder, por suerte, lo recuperé en el último rato. Cuando me rendí y mi cuerpo actuó, libre por fin de la tensión de mi terror y mi rabia. Cuando me dijeron que, de repente, tras 24 horas de intervenciones innecesarias y estériles que no me habían ni borrado el cuello del útero, estaba completa. Completa en 45 minutos. Mi cuerpo por fin libre. Mi parto por fin fluyendo. Yo incorporándome con una pierna dormida, diciéndole a mi marido que pusiera la suya como tope para retenerla, porque quería parir sentada. IBA A parir sentada por mis santos ovarios, los que lo habían empezado todo. Todo mi ser, en todos los planos, reviviendo con una fuerza desconocida que me hizo hasta castañetear los dientes. Mi parto por fin mío, por fin animal y primario, por fin sentido y no pensado. Con mi niña bajando en espiración. Conmigo ajena a todo lo de fuera, a todo lo que no éramos ella y yo. Empoderada. Segura. Como tenía que haber estado desde el principio.

De mi parto me llevo eso, saber que tuve que haberme conectado conmigo y con mi niña y con nada más, saber que en todo momento el poder fue MÍO y de nadie más, saber que no creí en él, saber que yo lo hice mal. Por primera vez sin sentirme culpable por ello.

Si te parece que mi contenido es útil, ¡compártelo!

Y, si quieres contarme tu punto de vista o tu experiencia, me encontrarás siempre al otro lado en comentarios o en redes 🙂

¿No te quieres perder ningún post?

¿Quieres suscribirte y recibirlos cómodamente en tu correo?

This entry was posted in Nuestro.

5 comments

  1. Elena says:

    Ohh qué intenso tu relato…
    Leyendote, y aunque dices que ya no te sientes culpable, dices que lo hiciste mal y a mi no me lo parece para nada.
    Sentir miedo, sentir todo lo que sentiste es muy natural, si además el hospital te defraudó, es muy muy lógico. Pero te diré que a mi eso no me defraudó. La matrona lo hizo lo mejor que pudo, yo así lo sentí. El hospital lo hizo lo mejor que pudo, aunque me consta que se puede hacer diferente. Y yo lo hice lo mejor que pude. Y no fue idílico, al final pasaron cosas que no son las más deseables, estamos informadas y lo sabemos. Y yo también me llevo un aprendizaje. Pero intento aceptarlo porque exigirme más creo que no es justo.

    Lo que quiero decir es que es taaaan difícil e imprevisible, que nada nos podía asegurar que sería idílico y si repitieramos ( yo no jeje) seguiría siendo igual, y por ello creo que no, no lo hicimos mal.
    Me ha quedado un poco espeso y no sé si me explico bien, disculpa.
    Un abrazo

    • Carita says:

      Hola Elena! El hospital, en mi caso, no lo hizo lo mejor que pudo. Pero ni de lejos. Lo peor no es caer en un hospital que no sabe hacer las cosas de otra forma, es caer en uno que te vende humo con cosas que luego no existen, llegar y encontrarte con que todo lo que te dijeron era mentira. Ese fue el origen de mi shock. En ese momento no fui capaz de procesarlo y reaccionar. Me gusta mucho tu frase «exigirme más creo que no es justo». Me encanta. Es cierto, nos exigimos mucho y no es justo para con nosotras. Un abrazo! P.D: No puedo evitar preguntar, ¿no repites por tu experiencia?

      • Elena says:

        No que va, de hecho me da un poco de pena pensar que no volveré a vivirlo, mi parto sí lo sentí respetado hasta que ya no dí más de mi y me cascaron algunas y aún así todo salió bien y guardo buen recuerdo (con un poco de espinita). Además dicen que el segundo va más rápido, no? (a saber)

        Aunque también siento cierto alivio jeje… pero no tanto por el parto como por el embarazo que en mi caso tuvo complicaciones que se repiten si hay más y eso si que me da pereza y auténtico pavor.

        Sobre todo no tenemos más por lo que supone la propia crianza y nuestras circunstancias personales. Lo bueno es que hasta el día de hoy tampoco lo hemos deseado, sentimos el camino ya muy lleno, en todos los sentidos, en lo más bonito y lo más duro. Y prefiero agarrarme a eso cuando surge alguna duda o algún «y si…» asoma la patita. Pero es que nosotros lo tenemos ya claro, la verdad.
        Un abrazo!

  2. Miren says:

    Me alegro de que el tiempo te haya ayudado a superarlo. Son experiencias que se graban y a veces cuesta mucho recordarlas. Mi parto hace 4 años tambien fue más o menos normal, con dolor y 17 horas pero fue bien. Lo peor vino después, ya que mi hija fue directa a la uci, 15 días de ingreso y a casa con una enfermedad rara. Me prohibieron el pecho, se me abrió toda la episiotomia de una niña de 4 kilos, meses de dolor entre consulta y consuta y consulta con la peque en especialistas, rehabilitación etc. Con esto quiero decirte que creo que lo de idealizar el parto en mi humilde opinión, es una idea que se ha puesto de moda en los últimos tiempos. Y en mi caso hubiese preferido mil veces tener un parto horrible al calvario que pasamos después. Lo digo por ayudarte quizá a que no te martirices con este tema. Lo importante es que los pequea estén bien y que nosotras hagamos lo que podamos, que ya bastante hacemos. Yo estoy embarazada ahora y solo puedo pensar en que quizás con suerte tenga un parto doloroso pero que venga con buenas noticias, y visitas incómodas al hospital que me llenen de flores, y no tener que bajar a la uci a las 10 horas de haber dado a luz. Un abrazo

    • Carita says:

      Hola Miren! Lo que más me costó superar fue el sentir que estaba preparada y luego en el momento de la verdad me hice tan chiquitita y me bloqueé. Preparada me refiero a que sabía lo que quería y lo que no (mientras las cosas van bien y no hay motivo para intervenir), creía estar empoderada y luego llegó el día y fue un bofetón con la mano abierta. Pero de todo se aprende. Siento mucho la experiencia que vivisteis con tu hija, qué mal trago! Respecto a tu nueva maternidad… mira, yo voy a ser ambiciosa: te deseo un parto bueno y un después también bueno. Suerte y un abrazo!

Deja una respuesta

Acepto la Política de privacidad