Lactancia, una historia de amor inesperada

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Las mejores historias de amor son aquellas que te cogen por sorpresa, que un día comienzan sin que lo hayas podido prever y cambian tu vida para siempre. Así es como siento yo que ha sido la lactancia para mí. A lo largo de este post, intentaré explicarte por qué.

Yo pensaba que lo tenía todo muy claro. Quería darle el pecho seis meses. ¿Por qué seis y no cinco, o siete u ocho? Bueno, no lo sé, porque lo decía la OMS. Y la AEPD. Y la matrona de las clases preparto. Y aproximadamente nueve artículos de cada diez. Curiosamente, aunque siempre te dan todas las recomendaciones, creo que muchas nos quedamos con lo de los seis meses. Los de la lactancia exclusiva. Como si después, al comer más cosas, la teta ya quedase atrás. Obsoleta e irrelevante. Un complemento excéntrico. Al fin y al cabo, bastante difícil es ya dar seis meses, ¿no? Por la conciliación laboral, por la «esclavitud», por ese pequeño alquiler de tu cuerpo, que ya se hace largo sumando el embarazo. Porque las tetas se caen. ¡Pues anda que no hay razones!

Así pensaba yo. Y nació mi hija y, como en todo lo demás, mi universo se puso patas arriba. 

No esperaba enamorarme de la lactancia. Y me enamoré. ¿Cómo no hacerlo? La pequeñina y yo conectadas de una forma indescriptible, día tras día. Era inevitable.

No empezamos con muy buen pie. Mi parto fue, resumiendo mal y pronto, una maldita tortura. O así lo viví, que para el caso es lo mismo. Cuando acabó, y empezó la maternidad, estaba exhausta. Todo lo que había leído se difuminó en un millón de miedos y dudas. ¿Cómo sé si sale leche? ¿Cómo lo hago? Las preguntas se me apelotonaban y ya no me sentía una mujer adulta e informada. De repente no era nada, una cosita diminuta, insegura y asustada. Y, para colmo, a los tres días de parir volví al hospital con una ingurgitación mamaria del quince. Sospecha de mastitis, antibióticos, pinchazo de oxitocina (yo que quería evitarla a toda costa y me la llevé por todos lados) y unos masajes en el pecho ingurgitado que me hicieron gritar más fuerte que las que estaban en paritorio a pocos metros. Que no es poco.

Además de tan triunfal comienzo, mi hija había nacido chiquitina y me temo que no nos apañábamos muy bien con el enganche. Al principio, algunas veces quería gritar de dolor. No me veía capaz de aguantar así seis meses, la verdad. Una parte  de mi cabeza hacía cuentas acerca de cuánta leche debería congelar para garantizarle el suministro hasta los seis meses y poder destetar lo antes posible sin que le afectara. La otra se resistía, yo quería darle el pecho. Me sentía confundida.

Fue en ese momento cuando descubrí «Un regalo para toda la vida», de Carlos González. Lo devoré. Lo releí, una y otra vez. Durante una semana, creo que me lo volvía a empezar en cuanto me lo acababa. Empapándome de su coherencia, de su sencillez. Llenándome de fuerza, seguridad y confianza en mí misma. El enganche mejoró, quizá porque la peque crecía y mamaba con más eficacia, quizá porque yo estaba más relajada. Comprobé lo que siempre leía: la lactancia no tiene que doler. Nada. No tiene que molestar. Nada de nada. Si molesta, es que el enganche no está bien.

Las tomas también mejoraron. Se acortaron, ya no duraban cuarenta minutos, ya no me pasaba el día sentada en el sofá con un pequeño chiringuito de supervivencia al alcance de una mano (móvil, ebook, agua, pistachos, servilleta, mando de la tele), como si estuviera impedida. Se convirtieron en los mejores momentos del día. La paz y la plenitud que sentía mientras le daba el pecho a mi hija eran incomparables. Y, por su parte, ella crecía. Me miraba, empezó a sonreírme, a jugar con mis manos, a acariciarme el cuello. Felicidad en estado puro.

Nos pudimos conectar por fin sin interferencias y disfrutar la lactancia.

Se acercaban los seis meses pensados inicialmente y todo mi ser se revolvía. No quería dejarlo. No veía ningún motivo para hacerlo. ¡Y tantos, tantísimos para seguir! Tras «Un regalo para toda la vida», impresionada por el funcionamiento del cuerpo humano, comencé a investigar en serio, a leer sobre lactancia, a aprender. Y cuanto más aprendía más me convencía de que era el camino que yo quería seguir. Decidí que seguiríamos hasta el año, como quien retrasa la alarma del despertador para apurar un ratito más de sueño. Como si tuviera que dar explicaciones de por qué no lo dejaba.

Pero llegó el año y volví a sentir lo mismo. Quería seguir. No hay forma más sencilla de explicarlo. Y aquí estamos. Como hemos tenido que hacer el destete nocturno en aras de la supervivencia más literal (en otro post te contaré cómo lo hemos hecho y en éste puedes leer por qué), las tomas se han reducido sustancialmente. Cada mañana, la peque salta de la cama gritando de felicidad y nos vamos al sofá a pasar nuestra media hora sagrada de mimo y conexión. Es el mejor momento del día. Últimamente le está dando por decir, «te quiero, mami, te quiero, teti», cuando terminamos, así que me imagino que ella está tan feliz como yo de tener estos ratos juntas. Según el día, algunas veces también hay una toma tras la siesta. Ésa no es fija. Pero la de antes de dormir es irrenunciable. Con beso de buenas noches incluido.

¿Hasta cuándo? Ya no me pongo fecha fija. Podría ser dentro de un mes o dentro de seis. Cuando ella no quiera seguir. O cuando yo no quiera seguir. Las cosas se irán colocando por sí solas. Por un lado temo que quede poco, por otro lado mi mente vuela hacia la siguiente etapa. Pero todavía no estamos preparadas.

Te abriré mi corazón, llegados a este punto. Sin duda, la maternidad se compone de un millón de cosas. Pero hay una parte física, innegable, en la que gestas, pares y alimentas a tu bebé. Es la parte más primaria. Y para mí era importante. Realmente importante. Y no había ido muy bien la cosa…

Con una pena honda que aún estoy superando, no pude o no supe disfrutar del embarazo. Tal vez esperaba algo idílico, tal vez no estaba preparada, tal vez me asusté. Pero no lo viví conectada con mi hija, en absoluto. Algo que lamento profundamente pero que no tiene solución. Forma parte de mi camino, de mi vida y de mi maternidad, y con ello hay que seguir avanzando. Como se dice, es lo que hay.

El parto fue todavía peor. Y eso fue aún más duro, porque ahí sí que me había preparado bien. Sabía lo que quería y lo que no, pero me equivoqué de hospital. O tuve mala suerte, sencillamente. No pude parir como yo quería, con tranquilidad, respeto y dignidad. Me robaron el parto. Sólo al final conseguí volver a tomar las riendas y hacer un expulsivo consciente, como yo quería, sacando fuerzas no se sabe de donde, como una reivindicación o una revancha. En el último momento, casi lo salvé. Casi. Porque, en realidad, no. Si no, podría hablar de ello sin sentir ese nudo de pena y rabia que algún día se me irá pero que, hoy por hoy, aún me acompaña.

Así pues, sólo quedaba la lactancia. El último gran bloque de esos tres pasos primarios. El único que funciona. El único en el que he sabido hacer las cosas como yo quería hacerlas. El único en el que me he sentido bien conmigo misma. Fuerte, segura, en paz y plena. La lactancia ha sido mi redención como mujer y como madre y, gracias a ella, cuando cierre esta primera etapa podré hacerlo feliz. Es más, siempre la recordaré como una de las mejores experiencias de mi vida…

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8 comments

  1. Lola says:

    Hola a todas las que estéis por aquí!mis hijos han sido muy distintos Noa con 7 meses vino al mundo y la lactancia se me hizo muy pesada y requeria muchos cuidados,asi que a los 6 meses la deje.Con el segundo Leo fue cesaría y llegó el embarazo a término así que con el pecho llevo 7 meses y lo estoy disfrutando no se cuanto seguiré»pienso» ya no le doy más y después sigo con la teta!FeLiz!!!!

    • Carita says:

      ¡Gracias por tu comentario! Me alegro mucho de que con tu segundo hijo estés pudiendo disfrutar tu lactancia. No pienses y sigue disfrutando 🙂

  2. Brenda Zhu says:

    Bueno mi hija tiene 19 meses y toma pecho a demanda, y no me da vergüenza darle aunque me critiquen a cada minuto de mi vida. Al final mi hija es la que goza de la lactancia y yo al verla feliz.

    • Carita says:

      ¡Gracias por tu comentario! Me alegro mucho de que tengas una lactancia plena aunque lamento profundamente leer que te critican a cada minuto de tu vida por ese tema. Es una pena que las cosas sigan siendo así y que la gente encuentre natural que una niña de la edad de tu hija tome coca-cola o gusanitos y no que tome teta. Ay!

  3. De Aquí a la Maternidad says:

    Yo tampoco disfruté el embarazo (como hacerlo? Parecía un tonel que iba a escaparme rodando, diabetes gestacional, insomnio durante 9 meses…); el parto a medias, fue precioso hasta que casi la palmo en el el alumbramiento de la placenta (y mira que el expulsivo fue precioso, aún lo recuerdo y me emociono).

    Y la teta… Uff! Yo era de las que no entendía la lactancia materna. Que decía incluso que haría menos permiso de maternidad para que el padre «pringue». Que «un bibi y listos». Mamar con dientes? Que horror!!!

    Y fue poner a personita al pecho y enamorarme. Y sentirme «poderosa». Y no ha sido un camino de rosas, aunque no hayan habido ni mastitis ni grietas. Ha sido demanda constante. Horas y horas y horas con personita enganchada. Días y días. Meses. Y aún así, continué, es de las cosas que más orgullosa me siento. De nuestros 30 meses y los que quedan. Aún y mi monstruo particular de la Agitación del Amantamiento, que a veces pasa a saludar.

    Si, ha sido y es, una experiencia brutal, animal, poderosa. Acabará algún día y lo echaré de menos.

    • Carita says:

      ¡Gracias por tu comentario! Un día haré un post sobre el embarazo. Yo también temía los dientes, y ahora se ríe enganchada y veo todos los dientecillos y en vez de miedo me da una ternura infinita (también será porque nunca me ha mordido, con un «bocao» previo habría que ver si no había miedo je, je). Estoy de acuerdo contigo en cuatro puntos: el enamoramiento, la sensación de poder (suena extraño pero es que es eso), la sensación de orgullo y la definición animal (también suena extraño, más todavía, pero es una palabra acertada. A mí me sale muchas veces «primario»). Creo que cualquier mujer que haya disfrutado la lactancia plenamente la echará de menos 🙂

  4. Ratoncito says:

    Hola corazon! Me ha gustado mucho este post! Te cuento mi historia? Yo si que tuve un embarazo bueno que disfrute, y un parto que firmaria ahora mismo para un futuro segundo retoño…aunque mi ratoncita se hizo esperar y llegamos a tan temido parto provocado…pero al final espavilo al ultimo momento y solo basto con la prostalglandina, me salve de la oxitocina (aunque supongo que con la epidural me la pusieron, no lo se la verdad). En fin que me enrollo…. Que estaba aqui mi ratoncilla preciosa con sus casi 4 kilos y muchiiisima hambre y zero sueño….yo habia leido y releido todos los blogs y foros antes y estaba decididiiiiisima dar el pecho, 1.5-2 años, lo que haria falta. Me sabia toda la teoria, como no debe doler, que nada de bibes ni chupetes, teta a demanda…. Pues resulta que se me desmorrono un poco todo el plan, a mi me dolia, y mucho. La postura correcta, el agarre correcto, por mucho que llamaba a las enfermeras y matronas, me decian lo mismo…que la niña tiene mucha fuerza de succion y es lo que hay. Y pasaban horas y dias y la leche no subia…y mira que poner la ponia, bueno, practicamente no la quitaba del pecho porque la niña tenia hambre lobuna y no dormia y lo unico que la calmaba fue chupetear mis pezones agrietados que ya sangraban. La segunda noche, tire por el suelo todas las teorias aprendidas y pedi un bibi. Le di 10ml llorando sintiendome un fracaso. Al tercer dia ya en casa, lo mismo. Al cuarto dia me subio la leche…aaaaaleluya!!!! A partir de ahi, la cosa iba poco a poco a mejor, aunque a mi me seguia doliendo y lloraba cuando la nena se enganchaba, busque asesoras, acudi a la matrona, y nada, que la niña se agarra bien y que ya se pasara. Se paso…despues de un par de semanas. Desde entonces, yo siempre digo a las que me preguntan, que si, que la lactancia puede doler al principio aunque no haya una causa evidente. Creo que en mi caso es simplemente por la combinacion de pezones muy sensibles y niña-aspiradora :). Despues de 19 meses seguimos con la lactancia, no fue un camino de rosas, pasamos por varios problemillas – «ayuditas» que le mando l pediatra con una semana de vida (que a mi me hundieron, cuando por fin veia la luz me viene la mujer y me dice que la niña gana poco peso y me manda 5 bibis al dia…que por mis ovarios me negue a darle, consulte con otros medicos y matronas y me quede con 1 al dia durante una semana), ampollas que me salian en los pezones con cada diente nuevo, un par de mastitis por las ampollas que al curarse se infectaron, una bebota hiperdemandante de teta que durante los dos primeros meses hacia tomas de 45-60 minutos con descansos de 15-30 min como mucho (aunque por la noche fue un chollo ya que desde que tuvo un mes dormia del tiron asi que compensaba por lo menos)….en fin! Pero sabes que? Me llenaba tantisimo de orgullo de mi misma haberlo conseguido, verla tan contenta con su teta y creciendo sanisima y bien grande y gordota con la leche de mami…que es una de las mejores cosas que me dio la maternidad. Ahora creo que estoy llegando al punto final, me he propuesto ir destetando poco a poco por varias razones, aunque emocionalmente aun estoy con la duda creo…me da mucha penita. A ver como se me da a mi y a mi pequeña de yonki de teta.

    • Carita says:

      ¡Gracias por tu comentario!
      Sí, estoy de acuerdo, hay un período de adaptación que depende de más factores que del enganche simplemente. Hay peques que succionan con todas sus fuerzas y hasta que todo se asienta, es difícil. Después, si el enganche es bueno, ya va como la seda. En cualquier caso, hablando de pezones sensibles, algunas mujeres mantienen cierta sensibilidad en la zona que puede resultarles poco agradable igual que hay otras a las que les resulta incluso placentero a nivel de sensación física, hay una parte de la lactancia que es como todo en la vida, sumamente personal. Me alegro mucho de que pudieses superar esos problemas y después todo fuese tan bien, creo que es importante para una misma sentir que ha hecho todo lo posible cuando quiere algo, y en tu caso, evidentemente querías una lactancia plena. El destete, en mi opinión, emocionalmente siempre va a tener un puntito de pena. Aun cuando se haga porque ya no se quiere seguir, no dejas de cerrar una etapa y ver crecer a los peques siempre genera nostalgia. Haz lo que sientas y como lo sientas, nadie sabe mejor que tú lo que es bueno para vosotras. Eres la mejor madre para tus hijos 🙂

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