¿Eres un buen ejemplo para los peques? #CruzaEnVerde

CruzaEnVerde

Foto: Pixabay

Los adultos somos un ejemplo, constante y absoluto, para los peques. No importa qué mensaje intentemos transmitirles o inculcarles, bastará vernos hacer lo contrario para desmentirlo. Por eso es tan importante que seamos consecuentes con lo que decimos y pedimos y lo hagamos nosotros los primeros. Especialmente en aquellas situaciones que pueden suponer un peligro, como el asunto de cómo cruzar la calle.

Sí, todos sabemos que hay coches y que, en muchas ocasiones, esos coches circulan más rápido de lo debido por ciudad. Todos sabemos que los semáforos están ahí para algo, como los pasos de peatones. Todos sabemos que no se cruza por cualquier lado porque es peligroso. La teoría la tenemos todos clarísima.

Pero que levante la mano (o deje un comentario, en este caso) quien no cruce un poco a lo kamikaze por en medio de una calle, buscando el momento en que haya un hueco lo bastante amplio en la circulación para lanzarse, porque lleva mucha prisa. Quien nunca haya empezado a cruzar todavía en rojo porque está a punto de cambiar el semáforo y se ve claramente que no viene nadie. Quien nunca haya apurado, cruzando a todo correr cuando ya se termina el parpadeo del muñeco verde, o nunca haya cruzado a veinte metros de un paso de peatones por la pereza de ir hasta allí y aumentar el recorrido, cuando su destino está justo enfrente.

Todos lo hemos hecho alguna vez (vamos a dejarlo ahí), yo la primera. Pero desde que soy madre tengo mucho más cuidado.

Ni que decir tiene que, delante de la peque, mamá es un ejemplo intachable de seguridad y civismo. Me importa MUCHO darle un buen modelo a seguir y me importa mucho más aún su seguridad, como a todos los padres. Pero últimamente me estoy haciendo más consciente cada día de que no solamente cuenta mi hija. Que, cuando no estoy con ella y pienso, venga, qué demonios (como con las palabrotas, que me desfogo cuando estoy sola para quitarme el mono), sigo sin estar sola en el mundo. Y mi hija no me ve en ese momento, porque no está, pero puede verme otro peque. Otro peque que también merece ver mi ejemplo, otro peque cuya seguridad importa, otro peque con quien, aunque no sea su madre, tengo cierta responsabilidad como adulta.

No, la seguridad vial no es importante sólo si tenemos hijos. Cada vez que un adulto cruza en rojo, y un niño lo ve, un poquito del mensaje de seguridad que intentamos transmitirles a los peques se desmonta. Cada vez que un adulto rompe una norma de seguridad vial, está enviando a los peques un mensaje peligroso: que podemos hacer excepciones. Pero los niños no comprenden los riesgos como nosotros, ni calibran las consecuencias como nosotros. En un niño, ese «a veces se puede cruzar aunque esté en rojo» es realmente peligroso.

Por eso, como en tantos aspectos, en casa hemos dado un cambio de vida radical. Ahora no sólo comemos saludable, decimos mecachis cuando nos pegamos un golpe en la rodilla con el pico de la mesita o mantenemos la calma en situaciones en las que antes nos habríamos tirado de los pelos de sólo imaginarlas. También estamos muy concienciados con la seguridad.

Desde que la niña tenía poco más de un año, hemos sido cada vez más cuidadosos. Poco a poco, el mensaje iba adquiriendo sentido para ella. Caminando de la mano, hemos buscado «las rayitas» para poder cruzar la calle. Porque sin rayitas no cruzamos. Sentada a hombros, hemos jugado a mirar si el «señor» del semáforo estaba quieto y en rojo o andando en verde. Y si se ponía a saltar, que eso significa que mejor no empezamos a cruzar porque ya falta poco. En todo momento hemos tenido mucho cuidado de mirar bien, para ver si hay coches, y para confirmar que frenan, porque alguno se puede despistar y hay que asegurarse antes de cruzar. Y siempre, siempre, por la acera. Porque por la calle vienen coches.

Como un juego y un aprendizaje más, mi hija ha ido integrando estos mensajes. Tan integrados los tiene que como se nos ocurra bajar un pie de la acera (por ejemplo para esquivar un bolardo cuando vamos todos en paralelo por una calle estrechita) nos canta bingo: «¡por ahí no, vienen coches!». Nos lleva más tiesos que el palo de una vela. Somos víctimas de nuestras propias enseñanzas, lo que es genial. Nos evita la tentación y la vaguería. Nos exige coherencia.

Y, sí, a veces es un coñazo aburrido ser tan «legal». A veces veo el portal enfrente y lo miro con resentimiento, mientras me alejo buscando un paso de cebra entre suspiros, recordando lo cómodo que era vivir en la inopia cuando todo esto del ejemplo ni se me pasaba por la cabeza. Pero luego miro a Bichito salir del coche y subirse, ella sola, rápidamente a la acera, mirando muy atenta, consciente del riesgo de estar en zona de coches, la veo controlar si lo estamos haciendo todos bien, la veo esperar a que el semáforo se ponga verde, y siento que todos los esfuerzos valen la pena por su seguridad y mi tranquilidad.

Por eso, hoy me sumo a un mensaje que me parece tan positivo como importante y necesario. El que lanza la Asociación Nacional de Seguridad Infantil en su campaña de seguridad vial #CruzaEnVerde, #MiramosyCruzamos. Porque creo que todos debemos ser conscientes de que estamos dando ejemplo cada día. Porque es lo que hago con mi niña, y quiero sumar mi voz a la de tantas otras personas que, día a día, se preocupan de hacer el mundo más seguro para los peques.

Y, por eso, voy a pedirte que tú también ayudes a hacer crecer esta campaña tan acertada (te dejo la info aquí, que lo explican super bien http://www.seguridadinfantil.org/cruzaenverde).

Y, sobre todo, seamos un buen ejemplo para los más chiquitines.

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Y, si quieres contarme tu punto de vista o tu experiencia, me encontrarás siempre al otro lado en comentarios o en redes 🙂

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