En días como hoy

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Foto: Pixabay

Hoy es uno de esos días en los que me pregunto cómo hacen las madres que crían solas dos, tres o cuatro hijos. Eso no son madres, son superhéroes (superheroínas, en este caso). Que se quite Marvel y su troupe de colores eléctricos. A mí ponme a una mujer normal excepcional sacando adelante cuatro críos sin ayuda. Sin mallas ajustadas, escudo ni capa. Días como hoy, que tengo un trancazo de los de aúpa, me hacen tener estas reflexiones algo delirantes. No me lo tengas en cuenta, que tengo fiebre.

Creo que no hay nada que te haga cobrar más conciencia de lo que supone ser madre que ponerte enferma, enferma de verdad, y no poder concederte una pausa. A los amigos y conocidos se les puede dejar para otro día, al trabajo se puede faltar, llegado el caso pero, ¿qué pasa con tus hijos? Que siguen ahí. Que te siguen necesitando lo mismo, mismito que cuando estás en plena forma. Solo que, con treinta y nueve de fiebre y voz de orco de Mordor, cuando estás en un estado lamentable y sólo sueñas con enterrarte bajo un edredón hasta que tu cuerpo responda, esa necesidad pesa una tonelada.

Supongo que, si mi hija tuviera seis, siete, ocho años, la cosa sería más fácil. Mamá está enferma. Hoy no es mi día. Te quiero, te amo, te adoro, pero no te puedo atender. Si nos ponemos, hasta necesitaría invertir papeles y que, hoy, me cuides tú un poco. Porque nada sienta mejor que los mimos cuando se está malito, ¿verdad?. Los mimos de mamá, especialmente. Solo que ahora la mamá soy yo.

Pero mi nena tiene dos años y un pellizco, y eso no da para comprender. Mamá está «paíta». La frase la tenemos clara. El beso llega, con la correspondiente y enternecedora carilla de pena e inocente preocupación. Es un instante que alimenta, que nutre, que incluso cura un poquito. Pero pasado ese momento, la vida sigue, y con ella las demandas. Mami. Mami. Mami, ven. Mami, mira. Mami, coge al perrito, mami. Mira, perrito… Y toca ver, desde la bruma de la fiebre, cómo le cuenta mil historias a un peluche que luego tendrá que responder. Con mi voz, claro. Pero, ¿qué voz, hija? Si en vez del perrito de siempre hoy va a parecer el Rockefeller de Maricarmen y sus muñecos…

Tengo suerte de tener solo una y, para más detalle, una que se contenta con jugar con el perrito de peluche y un centenar de cromos de la Guerra de las Galaxias durante toda la mañana. Una que se queda quieta jugando tranquila en el salón tres horas y, si mamá no responde del todo ni aunque le den con un muñeco en la cabeza, se entretiene más o menos sola. Tengo mucha, mucha suerte. Porque si tuviera tres fieras peleándose y corriendo por toda la casa sin control, no tengo ni idea de cómo me las arreglaría. Y suele ser lo habitual.

Por eso, en días como hoy, me da por preguntarme si soy lo bastante fuerte para ser madre, una como ésas que veo y admiro en la distancia, que parece que pueden con todo, ya sea uno, dos, tres hijos, ya sea trabajando o criándolos en casa, ya sea solas o acompañadas. Si es que yo soy más floja o más inútil que cualquiera de ellas, o si ellas se sienten igual que yo cuando las fuerzas no alcanzan y no salen las cuentas de lo que te sientes capaz de hacer y lo que te toca sacar adelante. Cuando te dan ganas de llorar porque no sabes cómo vas a preparar comidas, lavar manos, mover tronas, limpiar caras, salir al parque, empujar columpios, cambiar pañales, poner pijamas, contar cuentos… ¿Cómo? Si no puedes más.

¿Nos sentimos todas igual, al final, en algún momento?

Al fin y al cabo, convertirte en madre no te otorga poderes especiales, convertirte en madre no te vuelve menos humana, no te hace sentir menos miedo, ni menos dudas, ni menos cansancio. Y, madre o no, cuando te pones enferma, enferma de verdad… sólo quieres que te cuiden a ti.

Hoy necesito que me cuiden. Que respeten el espacio y el tiempo necesarios para recuperarme. Que mi niña comprenda que no puedo, que lo doy todo por ella pero me estalla la cabeza y me cuesta hablar. Noto su ansiedad por encontrarme, noto cómo se pega a mí para ver qué pasa, noto que siente que la freno, y me embarga la tristeza. No la quiero lejos, al revés, es una fuente de paz para mí, todas mis emociones se aquietan cuando nos acurrucamos juntas. Pero no puedo elegir que se tumbe a mi lado y se abrace a mí sin necesitar más porque estoy enferma. Es muy pequeña para pedirle algo así. Y yo necesito un ratito sola en el que tumbarme y no hacer nada, no atender a nada. Un ratito en el que nadie dependa de mí ni me busque porque, ahora, no puedo responder como me gustaría.

Hoy necesito una pausa pero, cuando eres madre de niños muy pequeños, es muy difícil tenerla. En días como hoy tomo conciencia de lo que supone ser madre y me pregunto si a todas les pasará lo mismo. Si todas se sentirán igual, alguna vez, en días como hoy…

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4 comments

  1. Sandra Toledano says:

    Pues hace justo una semana me puse malísima con una infección de orina,mis padres de viaje de fin de semana y mi marido trabajando todo el «finde». El ´viernes a las 5 de la mañana tuvimos que ir a urgencias (niño incluido), allí dos horas para análisis y un gotero con mediación (menos mal que fue por la privada y nos dejaron una sala para los 3 y que el niño no se «mezclase» con otros enfermos). Pasé el fin de semana hecha polvo, con un bebé de 6 meses que por las noches se despierta cada hora y media o dos horas a mamar,fiebre, vómitos,diarrea…Fatal. Por suerte estaba mi tía, que se encargó de venir desde el sábado hasta el lunes con los tupper, hacerme las tareas de casa y cuidar un poco del peque (que el domingo me dió cuartelillo durmiendo un par de horas de siesta conmigo que me supieron a gloria). Llegué a pensar que era una inútil y que no podría cuidar de mi bebé. el niño sí que no entiende si su madre está o no enferma y es verdad que dan hasta ganas de llorar de la mezcla malestar e impotencia…Por supuesto que tampoco pude sacarle dar su paseo y estuvo un par de días sin salir. Menos mal que me recuperé pronto. Yo sí que sé que no soy una súper mami con poderes.

    • Carita says:

      Por supuesto que eres una super mami con poderes. La enfermedad es lo que es, y cuando una se encuentra mal puede cuidar mal a su peque. Y cuando se encuentra muy mal, tiene que venir alguien a ayudarla, porque ella no puede. Siento mucho que te hayas puesto tan enferma, realmente se pasa fatal cuando no puedes con tu alma y necesitas que te cuiden y tienes a ese pequeñín que depende de ti para todo y al que no puedes atender. Tranquila, lo estás haciendo genial 🙂

    • Carita says:

      Yo te agradezco a ti el comentario! Hay días buenos y días malos. Días en los que la maternidad llena y días en los que agota las fuerzas. Nos pasa a todas, aunque cueste decirlo porque el amor que sientes por tu peque es absoluto y devastador y se impone a todo lo demás 🙂

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