Diferenciando las rabietas: ¿Cómo funciona el cerebro?

rabietas-3-anos

Foto: Pixabay

Estoy tan absolutamente en desacuerdo con la mayoría de las cosas que leo acerca de las rabietas que necesito escribir este post. En primer lugar, porque me lo piden las tripas, como cuando me hablan del método Estivill (tengo ese tema pendiente). Y, en segundo lugar, porque me lo exige todo lo que he leído y aprendido sobre el funcionamiento del cerebro en los bebés y niños pequeños. ¿Sabías que hay dos «tipos» de rabietas? ¿Sabes cómo funciona el cerebro de un niño pequeño? En la medida de mis posibilidades, intentaré ayudar a aclarar algunas cosas sobre este tema que preocupa a tantos padres y del que encuentran numerosas guías erróneas.

En primer lugar, es imprescindible comprender algunas cosas básicas. Te recomiendo la lectura del libro «El cerebro del niño», de Dan J. Siegel y Tina Payne Bryson (uno de los 7 libros de crianza que me cambiaron la vida). Es una magnífica guía de viaje que te ayudará durante toda la infancia de tus hijos. Con su ayuda, compartiré contigo algunas cosas que todo padre debería conocer.

¿Qué sabemos del cerebro de los niños?

Es curioso que, informándonos tanto sobre tantas cuestiones relacionadas con el bienestar, la salud y el desarrollo de nuestros hijos, los padres sepamos tan poco acerca de sus pequeños cerebritos. Sí, evidentemente tenemos claras algunas cosas. Por ejemplo, sabemos que ningún bebé de cuatro meses puede caminar, porque ni sus músculos tienen la fuerza suficiente para hacerlo ni su cerebro ha alcanzado el nivel de evolución que requiere coordinar todo lo necesario para poder andar.

Si alguien nos viera enfadándonos con nuestro hijo porque no camina, culpándole o desesperándonos, nos diría: Pero hombre, es que aún no puede. Es incapaz. Tiene que crecer más para desarrollar esa habilidad.

Sin embargo, cuando un niño de dos años tiene una rabieta el mundo se viene abajo. No puede hacer eso, tiene que saber que así no se puede comportar, haz el favor de actuar y hacer entender a tu hijo las cosas. Ignórale, no le dejes creer que puede manejarte, los niños son pequeños tiranos… y así hasta el infinito.

Bueno, será que soy de otro planeta pero esta visión adultocentrista en la que los niños son un enemigo a abatir no va conmigo. Tal vez con algunos datos, estés de acuerdo tú también. Así que vamos a distinguir entre dos tipos de rabietas:

1. Rabietas conscientes o superiores

Quizá en este caso se encuentre el origen de la confusión porque, en este caso, el niño inicia conscientemente la rabieta. Y lo más importante de todo, sería capaz de detenerla si consigue lo que quiere o ve que las consecuencias no le van a compensar en caso de seguir por ese camino. Aunque lo parezca por su agitación, no ha perdido el control en realidad.

Este tipo de rabietas suelen darse en niños mayores de tres años, no antes. ¿Por qué? Porque para que esto sea posible es necesario que el cerebro más superior, la corteza cerebral, esté formada. La parte del cerebro que nos permite pensar, imaginar, idear, planificar, ponernos en la situación del otro. Y en niños muy pequeños es materialmente imposible porque el cerebro superior está en plena formación y literalmente, no hay una corteza operativa que pueda decidir todo eso aún.

Una rabieta consciente no es más que un pequeño acto de «coacción». Quiero/no quiero algo y voy a comportarme de esta forma para conseguir tenerlo/evitarlo. Este tipo de «rabieta» no es más que un mal comportamiento extremo que el niño decide tener con un fin. Lo decide desde su corteza, como todo lo demás.

¿Qué hacer ante una rabieta superior o consciente?

Bueno, si somos firmes y constantes, no cedemos ante la presión del comportamiento extremo e indicamos qué conductas son aceptables y qué conductas no son aceptables, las rabietas conscientes se irán espaciando y desapareciendo, porque el niño comprenderá que no sirven para nada.

Pero no debemos ignorarlas per se sino explicar al pequeño que así no se hacen las cosas, mostrarle que no va a conseguir nada con esa actitud (ni con nosotros ni, más adelante, en la vida) y ayudarle a controlar sus impulsos. Hazlo con cariño. Un niño de cinco o seis años puede actuar mal conscientemente pero no capta las implicaciones y ramificaciones de su comportamiento como puedas hacerlo tú siendo adulto. Tampoco tiene tu autocontrol, ni todos tus recursos internos para canalizar tus impulsos, tus deseos y tus frustraciones. No es malo, sólo actúa mal. Está aprendiendo. Y tú puedes enseñarle.

De hecho, seguro que conoces algún adulto que aún no aprendió y al que no le vendría mal tampoco una pequeña ayuda. 🙂

2. Rabietas primarias o inferiores

Aquí llega el quid de la cuestión, y de la confusión de muchos padres mal aconsejados. Tu hijo de entre uno y tres años estalla y se vuelve una pequeña arma de destrucción. Todo lo que has oído siempre resuena en tu cabeza. Sabes qué debes hacer: ignorarle. Y sobre todo, pensar muy mal de él. ¡Pues qué se ha creído! ¡Gritar así, intentar moderte! Pero bueno, tan pequeño y ya quiere intentar manejarte para salirse con la suya… No, esto no se puede «consentir». Está claro, ¿no? Pero hay algo que no encaja y no sabes lo que es. Es tan chiquitín todavía. Si apenas comprende. Y es evidente que lo pasa mal. Tal vez si no fuera por toda esa presión externa estarías a su lado y le comprenderías tú. Tal vez, hasta le consolarías.

Y harías bien.

Porque a esa edad, tu hijo no tiene literalmente la capacidad de actuar de otra forma cuando se ve desbordado por la frustración. En este caso, la llamada rabieta no es más que un estado de frustración incontenible e incontrolable. Un estallido, una descarga emocional de ira, rabia y miedo. Sí, miedo. Porque esa intensidad emocional es abrumadora cuando no hay palabras para comprenderla. Imagina una cometa zarandeada por el viento. Ése es tu hijo con una rabieta primaria.

Los niños muy pequeños se guían fundamentalmente por el cerebro más primario, el tronco cerebral, el sistema límbico. La parte del cerebro que controla los aspectos más básicos, instintos, funciones corporales, emociones, y la única que está completamente formada al nacer.

Según van creciendo, el cerebro superior, que va formándose a toda velocidad, comienza a intervenir. Los peques comienzan a comprender poco a poco, a hablar, a imaginar.

Cuando tu hijo de año y medio comienza a darle una merienda invisible a uno de sus peluches, está comenzando a usar su cerebro más superior. ¿Significa eso que ya es como tú? En absoluto. No puede ponerse en tu situación ni comprender las consecuencias que sus actos tienen en tus sentimientos, no puede razonar, ni siquiera puede verbalizar todo lo que le sucede. Es posible que sólo sepa decir agua, pipí, guaguau y poco más. ¿Crees que será capaz de gestionar sus emociones? ¿De manejar la frustración? Ni siquiera comprende la palabra frustración.

Si a veces yo no consigo controlarme cuando me cabreo o razonar cuando me angustio y ya tengo el coco terminado (o eso se supone), ¿qué puedo esperar de mi hija, que todavía tiene el suyo en obras?

Una vez que ha estallado, un niño tan pequeño es incapaz de parar hasta que ha descargado toda la tormenta emocional que le desbordó. De hecho, aunque intentes darle en ese momento lo que te pedía antes de explotar, seguramente no le servirá de nada. Ni siquiera lo querrá (y menos mal, porque estarías sentando muy malos precedentes que podrían acabar creando rabietas conscientes en un futuro). Tampoco comprende las consecuencias de lo que hace (¿cuántas veces has evitado que tu peque se abra la crisma contra el pico de una mesa durante una rabieta?) ni lo inadecuado de gritar en medio del supermercado en hora punta ni mucho menos cómo tendría que haber manejado la situación.

Durante una rabieta a esta edad, la que manda es la amígdala, una especie de barrera de seguridad que corta el acceso al cerebro superior en un momento de necesidad. La amígdala es la que te hace actuar en un impulso, sin pensar, cuando tus sentidos perciben una amenaza. El cerebro superior (a medio construir) ni siquiera está accesible.

¿Qué hacer ante una rabieta primaria o inferior?

Si quieres desbloquear el acceso a la parte más racional del cerebro de tu pequeño, lo primero que debes hacer es ayudarle a calmarse.

¿No se calmará solo si le ignoro como me recomiendan? (¡Cuánto daño ha hecho eso de ignorar!). Bueno, sí, al final acabará calmándose. Después de pasarlo horrorosamente mal sin ninguna ayuda, sintiéndose abandonado y aprendiendo que, si quiere que le amen, debe reprimir sus emociones. Si eso te parece aceptable, puedes elegir ese camino. Pero sin duda lo más respetuoso para tu hijo es que le ayudes en ese momento en el que él no tiene los recursos necesarios para gestionar la situación y le facilites la misma guía amorosa que le das en todo lo demás hasta que los adquiera.

Por eso, sé amable con tu hijo. Sosténle. Gestiona positivamente esa rabieta primaria. ¿No sabes ni por dónde empezar? No te preocupes, en el próximo post te lo cuento.

Si te parece que mi contenido es útil, ¡compártelo!

Y, si quieres contarme tu punto de vista o tu experiencia, me encontrarás siempre al otro lado en comentarios o en redes 🙂

¿No te quieres perder ningún post?

¿Quieres suscribirte y recibirlos cómodamente en tu correo?

This entry was posted in Crianza.

6 comments

  1. Raquel says:

    Hola, pero en mi caso cuando a mi hija de 18 meses le da una rabieta, no me puedo acercar lo intento le digo ven cariño le abro los brazos para que venga e intentar consolarla pero que va… parece que es peor sigue dando vueltas llorando, moviendo todo su cuerpo entonces intento apartar las cosas con las que se pueda hacer daño y esperar a que se le pase….

    • Carita says:

      Hola Raquel! Algunos peques, en algunas etapas, no permiten la cercanía física y se rebelan contra ella. A mí me ha pasado con mi hija en algunas de las rabietas, sobre todo en la etapa de los dos años. Ante esa situación, no fuerces un contacto no deseado que en vez de consolar va a provocar una reacción de ira mayor. Sé que cuesta porque todo tu ser te pide consolar y abrazar a tu hija pero lo mejor es lo que estás haciendo, mantenerte a la distancia que ella permita y necesite (aunque no te lo parezca, sabe que estás ahí y eso le ayuda) y evitar daños hasta que pase la tormenta y puedas ir poco a poco aproximándote. ¿Has leído el siguiente post? Puede serte de ayuda, te lo dejo aquí. Un abrazo y ánimo, lo estás haciendo muy bien!

Responder a Carita Cancelar la respuesta

Acepto la Política de privacidad