Cuatro años a tu lado

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Ya nos hemos echado otro año a la mochila, chiquitina mía. Ahora sí que se nos viene una nueva etapa encima, ahora sí que tu media lengua, tu cabecita y tus capacidades evolucionan y empiezas a parecer una niña. Mi niña… Dos palabras que me inspiran tanta ternura como nostalgia. Qué rápido creces.

Me apasiona verte crecer. Y también me cuesta. Es tan increíble lo que tenemos ahora que una parte de mí querría quedarse aquí a vivir para siempre, como dices tú últimamente con todos los sitios que te gustan, ya sean un caminillo de tierra chusca junto al cole o la bañera de los yayos. Luego viene uno de esos ratos que me calientas la cabeza hasta que creo que me va a estallar y se va a convertir en una enorme palomita de maíz sobre mi cuello. O, al contrario, uno de esos ratos en los que te tumbas a mi lado en la cama y me cuentas todas las cosas maravillosas que has hecho con un amigo y otro en el cole. Me lo cuentas riéndote, gesticulando, mirándome a los ojos mientras yo te escucho embelesada disfrutando de nuestras primeras conversaciones de verdad. Y pienso, oye, no está tan mal que pase el tiempo y entremos en otra fase, mientras mi mente vuela al año que viene y fantasea… Ser madre a veces es un poco bipolar.

Sigo necesitando tenerte muy cerca, sigo necesitando tu contacto, sigues siendo esa toma de tierra mágica que me aquieta sienta lo que sienta. Estar a tu lado sigue siendo mi epicentro y mi punto de anclaje a todo lo importante de la vida.

Siempre seré tu bebita, me dices mimosa cuando nos tumbamos en la cama y nos achuchamos. Sí, pequeña, siempre lo serás. Te lo digo siempre. Y te lo explico mientras tus ojitos brillan con algo que me hace sentir que estoy haciendo las cosas bien.

Siempre serás mi bebita porque siempre querré cuidarte y protegerte, siempre serás mi bebita porque en cada edad que tengas, yo te veré en ella y en todas las anteriores. Te miro ahora a tus casi cuatro años y veo en ellos, además de a esta niñita incipiente que empieza a florecer, a la pequeñaja de tres años que me hablaba con media lengua de las cosas «pelilocas» que hacían otros niños en el tobogán, a la de dos años que chasqueaba la lengua cuando se caía algo y decía «acachi amamá…» (mecachis en la mar) con gesto resabio, a la de un año que se ponía de puntillas y usaba la varita mágica de mi despedida de soltera como arpón para hacer palanca en los objetos lejanos, a la bebita de dos meses que dijo su primer «agú» dejándonos noqueados y con cara de bobos enamorados, que es con la que vivimos desde que naciste. Siempre serás mi bebita. No puede ser de otra forma.

Es increíble esto de verte entera, en todo lo que eres, en todas tus etapas al mismo tiempo, las que ya pasaron, la que vivimos y las que vendrán e imagino al mirarte. Es increíble sentir de una forma tan completa a una personita que es casi parte de ti. Sigo dando gracias cada día por ser tu mamá, por no perderme la increíble experiencia de acompañarte en tu vida desde el primer segundo. Sigue siendo algo que me emociona. Sigue siendo pura magia. Y es absurdo escribirlo así, como si fuera a acabar algún día, porque si tengo alguna certeza en la vida, es la de que siempre te voy a amar de esta forma inexplicable e inigualable. Espero hacer las cosas bien y que siempre sepas lo que eres para mí. Te lo seguiré diciendo siempre, mi niña.

A veces invertimos los papeles, tú eres la mamá y yo soy el bebé. Un bebé animalito, porque tienes más instinto maternal con una jirafa bebé o un elefante bebé que con un bebé de verdad. Así que últimamente me paso media vida haciendo ruidos en falsete como Gracita Morales mientras tú me acaricias y me consuelas con mirada de ternura. Sólo por sentir tus manitas cuidándome y acariciándome el pelo mientras me dices que tú vas a ser mi mamá ahora merece la pena arriesgarse a una faringitis y romperse la cabeza para imitar bien a un unicornio. Uno bebé, para más inri. Pero lo clavo.

Me fascina verte ya tan niñita y poder interactuar contigo de otra manera. Ver cómo das pasos, cómo asumes el control de las cosas, cómo tomas la iniciativa. Ver cómo respondes, cómo piensas, cómo propones. Respirar profundo cuando vienes trotando a abrazarme y me dices que me quieres. Decírtelo yo mil veces, porque es que se me escapan aunque intente contenerlas.

Cambiamos de etapa, gordita. Una nueva en la que seguiremos creciendo juntas. Se nos quedan atrás algunas cosas. Vendrán otras. Así es la vida, lo importante es que la compartimos, y cómo lo hacemos. Quizá echemos de menos esta primera etapa juntas… pero nunca podremos decir que no la exprimimos y la disfrutamos al máximo. Nunca podremos decir que no fue un auténtico privilegio lo que hemos vivido estos primeros cuatro años tan intensos, tan especiales, tan nuestros.

Mi niña bonita, mi niña alegre, tierna, fuerte y lista. Me encantan tus ideas, tu criterio, lo claras que tienes las cosas, todos esos detalles que hacen que seas única. Me encanta tu risa, tu inocencia, tu carácter, tu mundo interior, tus arranques de cariño, los momentos en los que pides espacio porque eres pequeñita pero sabes lo que necesitas. Me encanta ver cómo avanzas, cómo cambias, cómo te descubres poco a poco.

Sigue así, pequeña. Sigue creciendo y floreciendo. Sigue siendo TÚ.

Mamá.

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